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Fotografía: Patrick Di Fruscia

Pensé para mí mismo que Falesá aparentaba ser precisamente el sitio que me convenía, y mientras más bebía, más alegre me sentía. Mi antecesor se había ido precipitadamente del lugar con un pasaje conseguido por casualidad, en un buque de carga que venía del oeste. Al arribar, el capitán halló el puesto cerrado, las llaves en la casa del pastor indígena y una carta del prófugo, en la que decía que tenía miedo por su vida.

R. L. Stevenson – La costa de Falesá