Hay viejos en las bancas del parque.
Viejos que alguna vez fueron tan jóvenes
que les estaba permitido el parque de enfrente,
donde las niñas corren y las madres adolescentes se alisan el pelo.
Pero ya no más.

Sólo hay un parque para los viejos y las palomas.
Una línea invisible les cierra el paso,
la ceguera de la edad es tan grande que la luz les duele en los ojos.

De este lado solo hay un parque, solo hay una acera.
Enfrente no sabes que tienes edad, y que ya te esperan
en la banca que solo pueden ocupar los viejos.