Al despertar de un sueño, lo primero que hacemos es reconocer el entorno y paulatinamente, a nosotros mismos. Es un mecanismo extraño, ajeno. No importa las veces que lo hayamos experimentado, emergemos de la bruma del sueño parciales, incompletos. El proceso que nos devuelve es incomprensible pero casual. Cotidiano.
Otras interrupciones ocurren en nuestra vida, otras pausas. Algunas son impuestas por el azar, otras por el destino. Las menos, por la voluntad. La distancia entre los dos sucesos, el anterior y el nuevo, es una entidad casi corpórea. La pausa es inaccesible pero no menos real que nosotros mismos. Una parte de su tejido es el tiempo, otro la memoria, otro el vacío.