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Munchausen by proxy

23 miércoles Feb 2022

Posted by Edgar Sandoval Gutiérrez in Alquimia, dibujo, Ilustración, Literatura, Los otros relatos

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Munchausen by proxy

Ilustración: Sylvaine Nieto

Mientras camina alrededor del parque, Aine siente que libra la más importante batalla de su vida. El aire se le espesa cada vez que intenta recorrer sus pulmones. Conforme avanza por aquellas paredes mucosas, la bocanada sabe a incendio, pero también duele y rasga todo a su paso. Aunque no es una sensación nueva, esta vez le resulta casi insoportable.

Tal vez lo que le horroriza es haber descubierto que ha vivido muchos años con esta enfermedad a cuestas, con aquella inquebrantable sensación de asfixia, como si algo fatal estuviera a punto de ocurrir en cualquier instante; como si el motivo principal de su respiración, todos estos años, hubiera sido la inexorable extinción.

La mirada se le comienza a nublar mientras piensa en esto. Se detiene un momento y dirige su mirada al vacío aquel, adornado de nubes, que la observa desde arriba. Siente aquella luminosidad septentrional asomarse, temerosa, hasta posarse en su piel e hincharla poco a poco.

Este sol que ahora la cobija, jubiloso, parece estar dispuesto a consumir su cuerpo hasta que no quede rastro alguno. En el fondo, es como si este instante abrumador le dijera lo que siempre supo: que se repudiaba tanto como la vida solía hacerlo.

Esa sensación de rechazo era muy antigua, pero en realidad Aine la asociaba en forma más clara con el momento en que decidió estudiar medicina para complacer a su familia, -particularmente a su padre, que había elegido esa misma profesión-, pese a lo mucho que odiaba el mundo de lo verificable y de lo que intenta ser curado.

Aine había pasado toda su adolescencia deseando viajar a los lugares más insólitos, por el simple placer de redescubrirse en cada uno de ellos; por el deseo de perder su nombre en el viaje y asumir tantas personalidades como la imaginación le proveyera.

Luego de esas aventuras, tal vez dedicaría su vida a contar sus historias, o quizás a acumular nuevas ¡Qué más daba! Ya lo descubriría con los años. Por eso este anclaje forzoso de seguir la vocación paterna le pesaba hasta sentir aquella sensación de ahogo, que no mataba, pero tampoco le dejaba hacer mucho más.

Aunque fue una alumna destacada y se graduó con honores, esos años de universidad fueron un tormento que le comenzó a envenenar el alma. Se volvió dura consigo misma y no se permitió mostrar sentimiento alguno desde entonces.

Por momentos, pensaba en aquellos años de planes fantásticos y, unos instantes después, se avergonzaba por seguir guardando esos recuerdos, para luego sentirse fatal por esa vergüenza venenosa. Al final, esa sensación en espiral descendente la iba envenenando de a poquito. Era como si un virus se le diseminara sobre los recuerdos y los infectara sin remedio, gracias a esa culpa maldita.

Durante sus años universitarios no se le conoció novio alguno, pese a que sus padres insistían cada vez más en señalarle que, mientras avanzaba en edad, perdía la carrera por encontrar un esposo que la protegiera y que le garantizara un futuro estable. –Mira que no eres una mujer linda y no puedes darte el lujo de despreciar prospectos- le dijo su madre en más de una ocasión.

Ella no sabía definir en forma precisa si era bella o no, pero definitivamente aquellas palabras le reforzaban la sensación de enfermedad. No es que le atrajera la idea de tener a un hombre a su lado. De hecho, no estaba segura de que sólo ellos le gustaran, porque en ocasiones eran las mujeres las que le resultaban atractivas.

En realidad le seducía, en el fondo, la posibilidad de conocer a las personas, de interesarse por sus vidas -aunque muy pronto ese impulso era sustituido por el de malestar generalizado, y terminaba por cobijarse con aquella indiferencia hacia los demás-.

Había decidido especializarse en ginecología, más por elegir cualquier alternativa que por verdadera vocación. Debido a su inquebrantable talante, había terminado su especialidad con altas notas, y con el prestigio entre los colegas de tener una capacidad de diagnóstico envidiable.

Gracias a ello, había conseguido ser contratada por un hospital privado de renombre en la ciudad, y percibía un ingreso mucho más alto que el del resto de sus colegas de generación.

Aunque no se sentía orgullosa de eso, pensaba que el rápido ascenso le podía permitir un poco de aceptación de su padre, no para que la quisiera más sino, al menos, para que no tuviera expectativas inalcanzables sobre ella.

No obstante, su papá insistía en recordarle que la especialización por la que había optado era para médicos de segunda clase, para mediocres que no habían aprendido casi nada de la profesión.

Mientras le recitaba esa cantaleta, una y otra vez, ella iba sintiendo de nueva cuenta la sensación de descomposición. Podía percibir claramente cómo se le necrosaban las ideas. Así, fue distanciando progresivamente las visitas a casa.

Luego de mucha insistencia, aceptó salir con un médico asistente de su padre que había suspirado por ella, desde los tiempos en que ambos eran compañeros de aula. No tenía ilusiones respecto del encuentro, pero sabía que si le daba entrada podría sortear un poco los reclamos familiares.

Esa primera cita fue algo tormentosa, porque podía oler la desesperación del muchacho. Durante la reunión, mantuvo un aire distante y, en ocasiones, se mostró incluso hiriente y petulante con su compañero de cita. A pesar de eso, el médico insistió en un siguiente encuentro.

A partir de ahí, Aine encontró una nueva diversión: cuanto más se comportara en forma ruda con su pretendiente, más sentía consuelo, como si de alguna manera pudiera transferir, por un rato, esa sensación de enfermedad a este tipo.

Decidió llevar al extremo su experimento, para poder salvaguardar ese pequeño archipiélago de salud que experimentaba al rechazar al doctor. Aceptó la propuesta de ser su pareja y comenzó esa rutina de sobrellevar una relación, que aunque le fastidiaba, se había convertido en su único espacio de alivio.

Desde entonces, algo de vida volvió a su corazón. No porque experimentara algún sentimiento amoroso por aquel sujeto, sino porque tenía un motivo de diversión, una excusa para respirar.

Disfrutaba, por ejemplo, verlo temeroso mientras expresaba sus sentimientos con efusividad. Podía sentir perfecto el ritmo vertiginoso de aquel corazón que se le desbocaba, de tal forma, que las palabras se le entrecortaban mientras soltaba su discurso.

Luego del tremendo esfuerzo desplegado por el doctor -ya agotado-, la miraba en espera de alguna respuesta. Aine tenía una única postura ante ello: lo miraba fijamente, pero su rostro permanecía libre de emoción alguna. Su respiración era pausada y eso le ayudaba a mantener el aire de tensión en el ambiente.

Aguardaba, impávida, durante uno o dos minutos. Pestañeaba un par de veces, tragaba saliva lentamente y abría ligeramente la boca. Un tímido “gracias” se asomaba y no pronunciaba ninguna otra palabra. El muchacho respiraba al fin un poco, y la sensación agridulce de quien obtiene una victoria pírrica se le dibujaba en el rostro.

Aine asumió, luego de unas tres o cuatro veces de practicar este ritual, que el médico terminaría por hartarse, pero eso nunca ocurrió.

Entonces, intentó otras opciones de diversión que pretendían lograr el fastidio de su novio. Por ejemplo, le daba por hacerlo esperar por más de una hora para llegar a las citas acordadas o, incluso, en una ocasión, por no llegar siquiera. Estas acciones le llenaban de placer momentáneo, que luego era seguido por un ligero remordimiento.

Aine se preguntaba continuamente si podía vivir en ese estado de placer efímero durante el resto de su vida o si, en algún momento, podría volver a experimentar algo de la emoción de aquella adolescente idealista y aventurera que había sido.

Pensó que tal vez un giro discreto podría darle un mejor futuro. En cierta ocasión, durante una de esas fases de tormenta causadas por su comportamiento con el doctor, cruzó por su mente la idea de que, tal vez, no le había dado una oportunidad verdadera. A lo mejor si dejaba de resistirse podía sentir algo por aquel tipo.

Decidió cambiar la estrategia como experimento. Al recibirlo en su casa, lo abrazó y le dijo al oído que lo había extrañado. Se separó de él y lo que encontró fue un gesto de desconcierto, incluso de un poco de horror, de parte del muchacho.

Aine no esperaba, definitivamente, esa respuesta. Lanzó un comentario sobre lo bien que se le veía el atuendo elegido para la ocasión pero, de nueva cuenta, recibió una reacción de incomodidad. Decidió abandonar el intento y volver al gesto acostumbrado de indiferencia.

El muchacho respiró de nuevo y su expresión fue la de alguien a quien se la ha concedido, de último minuto, la oportunidad de librar la muerte. De pronto retomó la galantería acostumbrada, como si nada.

Aine se sintió decepcionada. En realidad ella, y este sujeto, no eran más que dos enfermos terminales que se resistían a morir, pero también a curarse. Sin embargo, le daba gusto mantener ese reducto de alivio, en medio de la enfermedad que era esta relación disfuncional. Estaba resignada a seguir con el ritual hasta que la muerte la alcanzara.

No pasó mucho tiempo antes de que la estela fúnebre se asomara. Precisamente esta tarde, antes de ir al parque, su novio le propuso, finalmente, matrimonio; algo que Aine había visto venir desde unos meses atrás, pero que el muchacho no se atrevía a concretar. Ese día, con mucho esfuerzo, finalmente había logrado hacer la propuesta.

Luego de escuchar un montón de palabras inconsistentes y apresuradas, lo miró fijamente durante un minuto y disfrutó, una vez más, de aquella angustia extranjera que consumía a este remedo de hombre, que ahora la miraba suplicante. Dio un trago a su copa de vino y dejó que el contenido se paseara en su boca durante un par de minutos más. Tragó finalmente y contestó con un seco “sí, por supuesto”.

El muchacho, invadido por la taquicardia, balbuceó tembloroso un par de sílabas y la abrazó efusivo. Aine posó ligeramente sus manos en aquellos hombros, unos instantes nada más, y luego lo alejó. –Tenemos muchas cosas que planear- le dijo él. –Tenemos mucho tiempo para hacerlo- contestó ella, en forma mordaz.

Aunque sabía que aquel era su destino irrenunciable, algo dentro de su cuerpo, alrededor del pecho, se le quebró, para su sorpresa. Era como si le hubieran anunciado que su padecimiento crónico estaba a punto de llevarla a despedirse de esa vida que algún día había deseado.

-¿Quieres que vayamos con tus padres para anunciarles nuestro compromiso?- le dijo entusiasmado el doctor. –Ya habrá tiempo para eso- atajó ella en forma fría. El muchacho aceptó, un poco desilusionado, su respuesta.

Se levantaron de la mesa y se despidieron con un beso muy breve. Él se quedó inmóvil y ella le dijo que caminaría un poco. El doctor se dirigió hacia su auto, mientras la volteaba a ver en repetidas ocasiones, y ella giró en sentido contrario, sin voltear atrás.

Mientras avanzaba, Aine sentía una embriaguez incómoda, que le impedía pensar en forma clara. Algo, que no alcanzaba a definir con palabras, le incomodaba demasiado. Siguió su paso, con las ideas peleándose en su cabeza. Sin darse cuenta, había llegado hasta la casa de sus padres.

Tomó un instante para volver inteligible el momento presente. Respiró profundo y supo, por primera vez en mucho tiempo, lo que quería hacer. Avanzó hacia la puerta y tocó el timbre. Su padre la recibió con cierta indiferencia. Se descubrió a sí misma invadida, otra vez, por aquella necesidad de obtener su aprobación pero, en esta ocasión, no dijo nada.

Avanzó hacia la sala, donde la esperaban su madre y él, sentados, y anticipó, sin dudas, que ya sabían la noticia y que esperaban la confirmación de su parte. Se sentó y permaneció callada durante algunos minutos, ante la mirada sorprendida de sus dos anfitriones.

No es que no tuviera algo que decir, sino que había experimentado, de súbito, una visión, sobre el futuro, que la aterrorizó. Se vio a sí misma postrada en una cama, algo vieja, con esa sensación de enfermedad acostumbrada, pero ya sin que le molestara por completo. Su rostro amargado se había convertido en su máscara definitiva. Ya no se le podía distinguir de esa sombra virulenta que, unos años atrás, le había cambiado la vida.

La escena le pareció insoportable. Valía más enfrentar una muerte temprana, al menos la muerte que sobrevendría con el desprecio de aquellos que ahora tenía enfrente, que asumir en forma definitiva esta nacionalidad infecta que estaba por abrazar.

Les contó a sus padres de la reciente propuesta del novio y, ante la emoción materna y una ligera sonrisa de aprobación esbozada por el padre, estiró su mano, pidiendo que detuvieran su júbilo, y siguió su discurso. Añadió que, aunque eso le resolvía muchas cosas del futuro, también la condenaba a una agonía infinita, una que no estaba dispuesta a seguir experimentando.

Los párpados de sus oyentes se estiraron progresivamente, en señal de alerta. Algo no estaba sucediendo conforme a lo planeado. Aine pidió sólo un minuto más para terminar su explicación.

Les habló de los muchos sueños que se le habían quedado atorados en el pasado, de la frustración tan grande que la cobijó después de su elección de profesión y, sobre todo, de esa sensación infecciosa que le carcomía el corazón cada vez que intentaba librarse de este destino que ellos le habían trazado, y que ella había adoptado sin resistencia.

Abrazó el silencio, entonces, y esperó una respuesta. La madre rompió en llanto y decretó el destierro emocional que ella tanto esperaba. Giró la vista hacia el padre, esperando un resultado similar, pero lo vio ahí, inmóvil, empequeñecido, sin poder articular alguna idea coherente. Su mirada extraviada le añadía una nota adicional de angustia a este instante.

El doctor parpadeó un par de veces y finalmente pudo hablar. -¿qué va a decir tu abuelo? Estaba muy ilusionado con esta boda. Seguramente me echará la culpa por tus decisiones- le restregó a Aimé, aunque su tono era más de derrota que de reclamo. La muchacha se sintió desconcertada durante algunos instantes, pero inmediatamente observó a aquel gigante desmoronarse y, tras de él, vio a un infante encogido y lloroso que se parecía mucho a ella.

Decidió abandonar la escena, triunfante, pero muy desconcertada. Todas las emociones se le agolpaban en el pecho y le dificultaban respirar. Tras cerrar la puerta, aspiró fuerte y marcó a su prometido, antes de que sobreviniera la debacle, para comunicarle su cambio de decisión y desearle buena suerte en el futuro, con otras personas.

Lo hizo en un tono ligeramente más cálido, pero sin romper con ese ritual maldito que habían instaurado los dos desde el comienzo. El muchacho, por supuesto, rompió en llanto y comenzó las súplicas, pero ella estaba exhausta y no iba a soportar una vez más esas escenas. Colgó rápido y avanzó.

Pensó en sentarse un momento en alguna banca del parque aquel, a unas cuadras de distancia, en el que había pasado tantos momentos felices en su infancia y hacia allá se dirigió.

Le pesaba avanzar. Pensó que al encarar a sus padres se sentiría finalmente liberada y, aunque algo había de esa sensación en su mente, le pesaba haber descubierto lo profundamente infecciosa que era esa culpa, que no sólo la atormentaba a ella, sino también a sus padres ¿Cuántos más en su linaje habrían pasado por ahí?

En el fondo, le preocupaba no poder librarse por completo de esta herencia fatal, y cargar a cuestas con esa voz tormentosa que la regañaría cada vez que experimentara un poco de placer o de amor.

Se dio cuenta de su llegada al parque, justamente, porque aquellos dedos largos e incandescentes que la invadían desde el cielo le dieron un regalo inesperado: por primera vez en mucho tiempo sentía algo, aunque sólo fuera esta expansión incandescente dentro de su cuerpo.

Volteó al cielo y dejó que la luminosidad la cegara. Cerró los ojos y se quedó con el rostro en aquella dirección durante un buen rato. Tanto, que le pareció desaparecer. Sintió el aire abrazar su rostro y envolver su cuerpo. Volvió a percibir cada centímetro de aquel cadáver en el que se había convertido, mientras renacía en medio de la floresta, y de esta calidez a la que había renunciado muchos años atrás.

Volvió en sí, poco a poco, y sonrío. Estaba segura que la enfermedad buscaría regresar cada vez que ella sintiera alguna duda, pero estaba preparada para encararla. Una anomalía en el sistema le había regalado el anticuerpo necesario y ahora se encontraba, por fin, lista para andar la vida de frente. Avanzó despacio, sin rumbo claro, y contenta.

Found in translation.Introducción.

04 viernes Feb 2011

Posted by Edgar Sandoval Gutiérrez in Alquimia, Literatura

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Experimento, Traducción

Queridos lectores, los dos miembros de Atanor decidimos publicar este minipost para contarles de un experimento que realizaremos en varias entregas y que se titulará justamente «Found in translation». La mecánica es la siguiente: cada cierto tiempo (presumiblemente cada semana) yo (Edgar Sandoval) publicaré la traducción al inglés de algún poema en español (aunque el original no haya sido escrito en este idioma) que preferentemente mi co-bloguero no conozca. A partir de ese momento, mi tocayo (Edgar Valdés) tendrá una semana para hacer la traducción al español del poema posteado en inglés. Dos días después, publicaré la versión original en español y veremos qué tanto varíó el texto al transitar de un idioma al otro y regresar. En medio día más aparecerá el primero de estos intentos. ¡¡Veremos qué sucede!!

Las 7 leyes universales según el kybalión

18 miércoles Feb 2009

Posted by Edgar Sandoval Gutiérrez in Alquimia

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Alquimia, kybalión

1. El todo es mente; el universo es mental.

2. Como es arriba es abajo; como es abajo es arriba.

3. Nada está inmovil; todo se está moviendo; todo vibra.

4. Todo es dual; todo tiene dos polos; todo, su par de opuestos; los semejantes y los antagónicos son lo mismo; los opuestos son idénticos en naturaleza, pero diferentes en grado; los extremos se tocan; todas las verdades son semiverdades; todas las paradojas pueden reconciliarse.

kybalion1

5. Todo fluye y refluye; todo tiene sus períodos de avances y retroceso; todo asciende y desciende; todo se mueve como si fuera un péndulo; la medida de su movimiento hacia la derecha, es la misma que la de su movimiento hacia la izquierda; el ritmo es el equilibrio.

6. Toda causa tiene su efecto; todo efecto tiene su causa; todo sucede de acuerdo con la Ley; la suerte no es más que el nombre que se le da a una ley no conocida; hay muchos planos de casualidad, pero nada escapa a la Ley.

7. La concepción existe por doquier; todo tiene sus principios masculino y femenino; la concepción se manifiesta en todos los planos.

Apuntes para conquistar el mundo a través de un blog: Atanor 2.0

01 domingo Feb 2009

Posted by Equipo Atanor in Alquimia

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atanor

Todo elemento en el universo cumple con un ciclo. «Nacer, crecer, reproducirse y morir», nos decían en la primaria. «Cambia, todo cambia» rezaba alguna canción por ahí. Si bien es cierto que todo sistema está preparado para el cambio, al mismo tiempo está preparado para generar condiciones de estabilidad. Fuerzas centrípeta y centrífuga les llaman en la física.

Para garantizar la supervivencia, sociedades e individuos han buscado rodear su cotidianeidad de reglas y costumbres «estables» que les permitan que aún cuando ocurra un cambio, éste se presente en condiciones de relativa «certidumbre». Abundan en la historia humana los ejemplos de civilizaciones de larga duración en las cuales los cambios, aunque ocurrían, se encontraban institucionalizados y sucedían durante varias generaciones antes de consolidarse.

Incluso, aquellos que prefieren como método de interpretación al materialismo histórico aceptan el hecho de que la transición entre modos de producción ocurre después de un largo tiempo, una vez que la tensión entre «clase dominante» y «clase dominada» (tesis y antítesis en la dialéctica o, si se quiere de nuevo, fuerza centrípeta y centrífuga) se ha resuelto y ha generado las condiciones del nuevo sistema (la famosa síntesis).

Hasta que llegó el siglo XX, de la mano de la Mecánica Cuántica, la Teoría de la Relatividad, la Programación Lineal, la Teoría de Juegos, el Psicoanálisis, la Teoría Keynesiana, el transistor, el automóvil, la cadena de montaje, la Teoría de Sistemas… y un largo etcétera. Entonces, todas las reglas se rompieron. El cambio acelerado e impredecible empezó a predominar sobre la estabilidad.

En los años setenta se enunció la famosa Ley de Moore, que establece que cada dos años se duplica el número de transistores de una computadora, lo que reduce los costos y aumenta el poder de procesamiento y la capacidad de los usuarios. Esto es, que la tecnología caduca aproximadamente cada par de años. Evidencia reciente muestra que la Ley de Moore se cumple cada vez en períodos más cortos. Vivimos en tiempos de inestabilidades.

Nos hemos tomado la libertad de escribirles, queridos lectores, 5 largos párrafos de desvaríos y especulaciones como pretexto para inaugurar una nueva etapa en nuestro querido espacio Atanor. Luego de 5 meses de experimentación y primeros balbuceos entre sus miembros y con ustedes, hemos decidido emprender la primera de nuestras transformaciones; hemos decidido que Atanor requiere un REINICIO.

Estamos planteando un nuevo comienzo que no corte de tajo con lo aprendido y acumulado en estos meses: es más como un cambio de piel. Esto implicara sin duda variaciones con respecto a lo hecho en la primera etapa, pero también continuidad.

Recordar proviene del latín recordari, que se forma a su vez por re (de nuevo) y cordis (corazón). En otras palabras, significa volver a pasar por el corazón. El reinicio de Atanor tiene la intención de re-cordar continuamente entre sus miembros y con nuestros lectores, a través de los diálogos que podamos seguir estableciendo en este espacio creado para experimentar. RECOMENZAMOS ( o si se prefiere, ¡va de nuez!).

Ideas a domicilio (José Eugenio Sánchez)

06 martes Ene 2009

Posted by Sopranito in Alquimia

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jose eugenio sanchez, Literatura, poesia

la felicidad es una pistola caliente

la eta mató estudiantes guardias choferes enfermeras ministros

el ira a señoras que iban al súper

idi amin a congresistas campesinos jardineros obreros militares jockeys

pederastas sacerdotes

augusto mató las relaciones diplomáticas

nn mató a kennedy

la cia mató a jimi hendrix al wilson jesucristo karen carpenter

janis joplin john lennon beavis & butthead

el fbi a ma baker vincent vega

tommy larrin al capone felix pappalardi

la kgb a maïakovski trotsky y bukowski

la bbc mató a lady di

y a la madre teresa de calcuta

y a 1551 pasajeros del titanic

y a 17 tribunas de la liga premier

la kraft mató a la heinz

la pepsi a la coca

la coca a los gringos

el ddt a los piojos

el lsd a los protestantes

el pvc al poliestireno

al quaeda a sí mismos

el kkk a malcolm x bob marley martin luther king garrincha y otelo

jp ii mató a juan pablo i

aburto a colosio

yolanda a selena

camelia a emilio

fuenteovejuna al comendador

el aburrimiento a syd vicius

o jota simpson no mató a nadie

la policía mató indígenas en chiapas

el manchester con gol de último minuto mató las esperanzas del bayern

la emi mmató a the beatles

la us army mató a miles de agresivos ancianos y niños

de korea japón vietnam nicaragua panamá irak yugoslavia

y a 140 de un edificio en oklahoma

el video mató a la estrella de radio

el pri mató 1 972 545 kilómetros cuadrados

la pgr mató dos pájaros de un tiro

la sep mató la ortografía

william burroughs a su esposa

: la vida es un invento del dinero

meditación en las costas donde las tortugas entierran sus huevos*

oh no no no:

contento estoy por el dinero sí

y por las mujeres y los hombres con dinero sí

y por los lugares que lo tienen

mi debilidad sería morir en la bóveda del señor burns

en la chequera del internazionale

o en la polvera de pauline c

adoro el dinero

quiero cuatro clones mostrándome mi ropa cada mañana

y una tribuna de golf charlando conmigo por las noches

en estos momentos de amor maroma rebote frontón pista de hielo

asiento trasero del coche

donde lo único importante es el dinero

y el sexo por dinero

y por dinero la cantante duerme con un loco & un abusivo

& un representante & un depravado: un hombre de siglo xx

en estos días debería haber algo diferente

pero poco puedo hacer con esta mascarilla de pepinos

y el martini que oh casi casi se me tira

movie star*

llegué a su puerta con mi caja de herramientas en la mano

y toqué

ella salió vestida en cáscaras de fruta

le dije que venía a reparar la cañería

y se despellejó varias cascaritas

y me dijo por qué no empiezas con ésta

se avalanzó sobre mí

me besó mientras desabotonaba mi overol

me quitaba las botas

y las herramientas se regaban por todo el piso

me chupó durante un rato

y luego en la estufa en la tina

en la mesa donde no permite que suban los codos

en el tapete en el garaje

en todas las posiciones por todos los orificios

y los jadeos los gritos fontanero ahh

mi movimiento y mi cadencia la enloquecían

sus ojos se desorbitaban blancamente

ella desfallecía entre orgasmos múltiples consecutivos

y el aroma la humedad los gemidos fontanero umm los suspiros

se escuchaban a lo lejos

mientras crepitaba la chimenea

y poco a poco aparecían los créditos

el día de las guacamayas*

codornices disfrazadas de guacamaya

avestruces disfrazadas de guacamaya

águilas disfrazadas de guacamaya

tucanes cóndores palomas mariposas disfrazadas de guacamaya

pájaros bobo de patas azules disfrazados de guacamaya

cuervos pelícanos gorriones cenzontles cardenales disfrazados de guacamaya

mi periquita y yo disfrazados de guacamaya

era el día de las guacamayas

las cotorritas disfrazadas de guacamaya

les daban cortán a las guacamayas que no llevaban disfraz

las urracas disfrazadas de guacamaya picoteban cualquier grano

mazorca o calva que espulgar

los marabís disfrazados de guacamaya rondan

las vacas disfrazadas de guacamaya no sabían que hacer

era el día de las guacamayas

mi periquita es una parvada de hermosura

y algunas pajarracas disfrazadas de guacamaya

nos fruncieron el pico al vernos

pero una guacamaya disfrazada de guacamaya

cacareó un discurso sobre volar sobrevolar

y el plumerío festejó hasta alzar el vuelo

y admiró a la guacamaya disfrazada de guacamaya

era el día de las guacamayas

Hay viento y Dios silba una canción de Frank Sinatra**

viene únicamente cuando amenaza lluvia

cuando el viento sacude varias fotografías de su buró

viene por instantes y por alguna prenda del ropero

luego

hacemos el amor

para no platicar

para no distraernos del asunto

viene en sus días más negros

cuando su cuerpo le discute

cuando su casa la abandona

pareciera que mis manos tuvieran algo que ver con su tristeza

Helpless (and in my mind i still need a place to go)**

sobre esta cama donde se acostó el mar

y se guardaron las cenizas de alejandría

y las hormigas almacenaron las provisiones durante el verano del holocausto

y la más despreciable hechicera escribió su recetario para exterminar el mal de amor

en la mismísima cama donde la maja y la venus posaron

donde juana la loca veló a felipe el hermoso por siete

provincias donde el espíritu santo fecundó a maría

aquí en la única cama traficada por fenicios

que sirvió de mapa para barbarroja

y fue alfombra mágica del príncipe de ishtar

en la auténtica cama donde parió la primera elefanta en cautiverio

donde charly parker tocó por última vez el saxofón y a una

mujer al mismo tiempo

y-años antes- jesús meditó su discurso del monte de los

olivos

es donde entiendo que cada cama es un país que no existe si no es con tu presencia.

partitura para pandero*

sufro

sufro mucho

me deshago

ay cómo sufro

soy agua destilando sufrimiento

polen sufriendo las flores

sufro cuando los faroles iluminan mi sufrir

y las ventanas empañadas ocultan la mano que escribe

sus sufrimientos

camino y sufro

hablo y sufro

oigo huelo siento escucho pienso

me miro en el espejo

respiro anhelo recuerdo

alzo el rostro

coloco en mi frente el dorso de la mano

y sufro

Decoración**

una canastilla de huevo sobre el escritorio

el cepillo en la cortina

en el cojín un gato

y otro encima del gato

la tapa del ventilador junto a la maquina junto a una toalla

bajo el cenicero

la ropa en el respaldo de la silla

tú en mi cama

la lluvia afuera

todo está en orden.

*Poemas que forman parte del libro La felicidad es una pistola caliente publicado por Visor (2004, Madrid, España)

**Poemas que forman parte del libro Physical Graffiti, X Premio Internacional de Poesía «Joven Creación» Fundación Loewe (1998, Madrid, España)

Hijas de S.

22 lunes Dic 2008

Posted by Sopranito in Alquimia

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alberto silva, cuento, Literatura

La única vez que estuve casada fue cuando intenté darle mi corazón a un solo hombre, pero él únicamente lo besó y lo tiró a la basura. Por eso después se convirtió en mi ex esposo, de quien puedo decir que me invitó al camino de la prostitución.

Todo empezó con sus insinuaciones de que nuestra actividad en la cama se estaba volviendo aburrida, que necesitábamos «más pimienta», yo no sabía muy bien a qué se refería, y ante su terquedad de meses acepté, le dije que haríamos lo que tenía en la cabeza.

Cuando se decidió a llevar desarrollar su plan era un martes por la noche, mi ex llegó del trabajo y me apresuré a hacerle de cenar, cuando estaba echando los frijoles al sartén se me acercó por la espalda y me susurró en la oreja: «Estaría bien que lo hiciéramos hoy, ¿no?»

Mientras me besaba el cuello, cerré los ojos (sin importarme que se quemara lo que estaba en la lumbre), hice los brazos hacia atrás y lo acerqué a mis nalgas. «Sí, sí», respondí al tiempo que apagaba la estufa. Y cuando me llevaba al cuarto envuelta en besos y mordidas, me preguntaba qué tendría preparado.

Hizo como que se acostaba conmigo, pero sólo lo suficiente para que yo me tendiera boca arriba, luego sacó de la bolsa de su chaqueta unos tramos de cuerda blanca, con los que amarró mis muñecas a la cabecera y mis tobillos a las patas de la cama. Después, de una bolsa trasera de su pantalón sacó un par de pañuelos, con uno me tapó los ojos. «Te estás poniendo perversote, conejito», recuerdo que le dije, sin saber que aquello no estaba ni cerca de lo que me esperaba, no podía saber que mi hombre se había transformado en una bestia llena de lujuria y pensamientos horribles, pero que él me enseñartía que también eran sabrosos.

Luego de vendarme para que no pudiera ver me puso la otra pañoleta, pero en la boca, para que tampoco pudiera hablar o gritar. Ahí fue cuando me asustó un poquito, lo confieso, pero fueron sus palabras (y el tono en que las dijo) lo que me volvió loca y me hizo querer salir corriendo.

«No te apures chiquita, vas a pedir más».

Parcía una frase casi inocente, pero tan llena de frío, podría decir que incluso era veneno puro, que me daban ganas de pedirle que parara, que no me desnudara mientras lo hacía y yo no paraba de removolcarme para safar mis brazos y piernas de las ataduras.

Le habría dicho, si el pañuelo apretando mi lengua no me lo hubiera impedido, que me arrepentía de haber aceptado, que tenía mucho miedo y que ese miedo era como un gato rabioso que me arañaba las costillas, un gato que creció mucho cuando dejé de oír a mi ex en el cuarto y que empezó a maullar histérico en cuanto escuché a lo lejos que se abría y cerraba la puerta de la calle. Estaba congelada de pavor.

Hasta que entró en mí el calor de una daga sexual, me fui tranquilizando con el ritmo que me iba poniendo, ese suave arriba y abajo que aflojaba lo tenso de mis muslos; aunque de pronto dio otro grito ahogado en el trapo, cuando descubrí, por el tamaño de las caderas, la panza y el miembro, que no se trataba de mi ex, que ese cuerpo moviéndose encima era uno que jamás me había tocado.

Comencé a gritar más fuerte, a pesar de que sabía que era inútil, por mi tapabocas, y que nadie, ni los vecinos oirían y me rescatarían. Grité incluso más fuerte cuando otro cuerpo de unas manos ásperas comenzó a deslizarse, tratando de meterse entre mi espalda y el colchón. Y apreteé los dientes hasta casi romperlos cuando ese nuevo cuerpo introdujo su pedazo de carne dura por ese orificio mío que nunca había usado para meter cosas, ni supositorios. Cada centímetro que el instrumento avanzaba en mis intestinos sentía como si me clavaran miles de agujas en la espalda.

Si bien poco después el dolor comenzó a desaparecer, al cabo de unos minutos nacieron en mí un montón de sensaciones que no creí posibles, el masaje de esas cuatro manos desconocidas por mis pechos al principio me incomodó, pero ambos hombres me recorrieron de una forma que puso mi mente en blanco y me disolví en gemidos.

A pesar de que al principio sentía que eso no era correcto, esa manera de sentirme tan llena por todos lados comenzó a ser lo mejor que me había pasado en la vida. El aliento de ese extraño sobre mi cara era como un perfume primitivo y vitamínico, me daba pilas para seguir moviéndome en todas direcciones. El sudor de los dos peludos que me apretaban como su yo fuera una fruta con la que quisieran hacer jugo me fue acercando a una explosión como no había tenido jamás. Así que cuando una quinta mano desató el pañuelo de mi boca y puso una tercera vara entre mis dientes, grité de contento, con una satisfacción que no olvidaré en mi vida.

Pero al mismo tiempo sabía que a partir de entonces con mi ex las cosas ya no serían iguales, que no podría verlo igual y diario tendría estas ganas de varios hombres que no me he podido quitar. Sabía que lo único que nos esperaba era el divorcio. Sabía que también me esperaba un futuro lleno de goce y depravasión. De lo que no estaba consciente es de que ganaría mucho dinero con ello.

Y, ahora que han pasado varios años de aquella escena, le estoy muy agradecida a mi ex, por haberme empujado por este camino.

Ignis Athanor… y un buen día, encendió la chispa.

01 lunes Sep 2008

Posted by Equipo Atanor in Alquimia

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A veces valoramos demasiado el orden. Debe ser un vicio antiguo de la humanidad. Si lo pensamos bien, el orden sirve en buena medida para lidiar con la angustia que surge de una condición humana trágica: vivir es incierto.

Si se pudiera identificar una época de la vida en la que todo esto resulte menos cierto (¡y dale con esa manía de otorgarle un orden y un sentido a las cosas!), esa sería sin duda la adolescencia: ese territorio abierto al caos donde la angustia se puede procesar de múltiples formas (algunas más interesantes y entretenidas que otras, por cierto).

Fue precisamente bajo la nacionalidad de la adolescencia que 4 pubertos saltillenses iniciaron un sueño: encendieron una pequeña chispa con pretensiones de fogata. Fue en casa de Erubiel, si la memoria no nos falla (cosa menos incierta que la vida misma a nuestra edad).

Tal como se dijo líneas arriba, la adolescencia es el territorio del caos. Esto mismo nos exenta de explicar en forma coherente el origen de la chispa. También nos permite dejarles a ustedes, estimadísimos lectores, la ardua tarea de todo aquel que se presuma científico: hipotetizar. Así es que pueden especular todo lo que quieran respecto al origen, pero el hecho es que un buen día, 4 amigos saltillenses (y algunos agregados culturales más) decidieron que querían leer poesía de autores consagrados a la luz de la vela, una vez a la semana, luego de haber jugado una cascarita en las canchas de la prepa y previo a la película porno de rigor, proporcionada por un distribuidor semi-clandestino que poseía un doctorado en física (lo lamentamos por aquellos que siguen pensando que la ciencia paga).

Así es que en aquella mesa redonda con mantel de plástico color mostaza recorrimos a Becker, Acuña, Neruda y cuanto escribiente de prestigio se fuera atravesando en nuestro camino.

El orden es, sin duda, el padre de la rutina. No obstante, este padre amoroso tiene tendencias polígamas. En una de sus tantas escapadas con la mismísima incertidumbre engendró a un medio hermano que gusta de molestar constantemente a rutina: el cambio (un economista muy particular de principios del siglo XX, de apellido Schumpeter, luego de analizar una cosa extraña llamada destrucción creativa, le llamaría innovación).

El asunto es que este muchachito insolente que tanta angustia causa a rutina se presentó un buen día en nuestra mesa, en labios de uno de los miembros de la mesa redonda color mostaza (no éramos precisamente el círculo artúrico… más bien medio telúrico por aquello de traer la hormona a mil por hora), quien súbitamente rompió con todas las reglas. -Hoy quiero leer un poema que escribí- dijo sin más. Nadie se opuso ante tal propuesta. Más aun, como virus que se propaga y todo lo destruye (creativamente, como dijo Schumpeter), todos los demás comenzamos a escribir y presentar nuestros propios textos.

La mayoría recurríamos a la rima fácil. Otros más aventureros aprovechaban el espacio para hacer confesiones que asustarían al mismo Freud. Uno más (ninguno de los miembros de este blog, por cierto) con gran visión, recurrió al plagio (que hoy en día hemos encumbrado tanto con el nombre de Benchmarking) con resultados satisfactorios, en tanto nadie más se dio cuenta.

El inicio de este proceso creativo, así como el progresivo abandono de la apreciación por las artes pornográficas, fue atrayendo a cada vez más asistentes a nuestras tertulias. Hombres y mujeres de diferentes orígenes -y planetas, en algunos casos- comenzaron a aparecer ante la mesa redonda (que cada vez resultaba más insuficiente para nuestros propósitos). Alguien, entre aquella maraña de cuerpos, humo, comida y cada vez menos poesía se atrevió a sugerir que deberíamos publicar los textos que presentábamos. Surgió así una primera idea que más bien parecía el mismísimo monstruo de Frankenstein: alrededor de 15 autores diferentes, cada uno con intenciones de publicar entre 15 y 25 textos (que algunos nos atrevíamos incluso a llamar poemas). Ante tal sinsentido, la mesa plástica redonda de tonos mostaza y saturada de personas terminó por romperse.

Unos meses después algunos sobrevivientes de aquel sueño nos reunimos a recoger lo rescatable de aquella aventura y decidimos continuar el rumbo con un poco más de mesura y seriedad. Seríamos sólo 7 autores y cada uno aportaría un máximo de 10 textos. No obstante, el plan terminó por quedarse en las palabras y algunas buenas intenciones.

Transcurrieron algunos años más (y cualquier lector avispado bien podría calcular entonces la edad de estos blogeros sin dificultad) antes de que estos cuatro sobrevivientes decidieran retomar el proyecto en forma: cada uno aportaría 5 textos. Decidimos además escribir un poema conjunto que hilara de alguna forma los estilos de todos.

El destino es un niño que toma decisiones de niño: generalmente muy sabias y poco contaminadas de mundo, pero los adultos suelen no entenderlas. Quiso este infante sabio que aquel proyecto más maduro y mejor intencionado nunca saliera a la luz. Incluso aquel poema conjunto terminaría traspapelado y, a la postre, perdido.

Cada uno de nosotros siguió acumulando experiencias, saberes, transmutaciones (varias de ellas relacionadas con la suma de kilos, la resta de cabello, la multiplicación de arrugas y otras monstruosidades matemáticas). Todos anduvimos camino, a nuestra forma, hasta que la vida nos reunió de nuevo en torno a este proyecto que hoy inicia.

El atanor (athanor) es una vasija (a veces comparada con una cocina o un laboratorio) mediante la cual los alquimistas representaban al alma humana. El atanor es el espacio donde surgen las transformaciones del alma y éstas dependen de la existencia del fuego (Ignis) y de cómo se regula éste. Ignis Athanor está pensado, entonces, como un espacio (a veces pequeño, a veces no tanto) donde encender la llama de nuestras almas y de todo aquel que desee sumarse, mediante el intercambio de ideas y de todos aquellos saberes que hemos ido acumulando con los años.

Es, en pocas palabras, un intento por recuperar aquella mesa redonda -ahora un poco más virtual y un poco menos mostaza y plástica- y dialogar. Esperamos que esta mesa sí pueda albergar a muchos participantes. Bienvenidos.

Alquimista & Errante

Edgar Sandoval Gutiérrez

Alquimista & Nihilista

Edgar Valdés

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