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Atanor

~ Blog de notas

Publicaciones de la categoría: Anécdotas

Las extrañas formas de la pereza intelectual

07 lunes Mar 2011

Posted by Edgar Valdés in Anécdotas, Literatura

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Me gusta la Historia de la Filosofía, porque difícilmente leo una obra de Lebniz y nunca me he acercado a Schopenhauer. Me gustan los blogs de cine, porque es cómodo que sean otros quienes desmenuzan una película que no has decidido si fue buena o poco menos que aceptable. Me gusta la obra de Borges, porque en un cuento de diez páginas repasa cinco teorías filosóficas y tres libros de siglos pasados. Me gustan las novelas de Eco porque en una sola obra (eso sí, de más de quinientas páginas) me habla de veinte siglos y cientos de personajes que de otra forma no habría conocido. Me gustan las enciclopedias, porque un solo artículo me ahorran cinco lecturas fundamentales para entender un concepto. Me gusta Internet, porque las búsquedas se reducen a escasos minutos y no a horas indagando en lo índices indescifrables de veinte libros distintos. Me gusta creer que me gusta la literatura, pero más me gustan las pláticas derivadas de la lectura aún no emprendida, de los autores aún no leídos, y de los poemas futuros que tal vez jamás voy a escribir.

Lugares para comprar libros

17 jueves Feb 2011

Posted by Edgar Valdés in Anécdotas, Literatura

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libros

1. Sobre la calle de Guillermo Purcell (el inglés que construyó una linda casa de pisos de madera a escasos metros de la Catedral de la ciudad, hace ya más de cien años), frente a una escuela de educación secundaria, un hombre ha montado una librería de viejo. Los ejemplares se elevan hasta lo alto de las estanterías que estorban el centro de una pequeña habitación, rodeada con mesas y mesas repletas de libros y algunas revistas antiguas. El hombre, que aparenta tener cerca de setenta años desde hace más de una década sin envejecer ni un poco, te deja estar durante veinte minutos recorriendo lomo a lomo todos los títulos, sin dirigirte la palabra, sin forzar una venta, sin mirarte siquiera. Es de agradecer. Los vendedores de mercadillo que atosigan a los marchantes son odiosos y distraen tu atención de lo único que te importa: encontrar un buen libro para pasar el rato.

Alguna vez compré: Treasure Island, de Robert Louis Stevenson.

2. No muy lejos de allí, una vieja casona del siglo XIX convertida en museo, cafetería y sabe dios cuántas cosas más, alberga una pequeña librería subvencionada por el gobierno central. A la par que ostentosos libros de 30×50 centímetros (de esos que sirven más para impresionar a las visitas que los observan en la mesa del bien iluminado loft) se encuentran económicas ediciones de bolsillo de literatura indígena y publicaciones de prestigiosas universidades también centrales. En el ambiente late una melodía de cierto grupo de jazz, y también encuentras, a la par que libros, otras expresiones culturales para llevar: discos, revistas, souvenirs.

Alguna vez compré: Historia Eclesiástica Indiana, de Fray Gerónimo de Mendieta.

lingua franca (edición beta)

25 martes Ene 2011

Posted by Edgar Sandoval Gutiérrez in Anécdotas, Literatura, reflexiones

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burocracia, lenguaje

Marcelino González observó su reloj y suspiró aliviado. Había llegado al lugar de la reunión 15 minutos antes de que iniciara. Tomó asiento y empezó a mover las manos continuamente. La ocasión era especial: se trataba de su primer evento como trabajador del Gobierno Central.

Luego de graduarse con honores en una prestigiosa universidad privada y trabajar un tiempo en el departamento de ventas de una empresa pequeña, había ingresado a la Dirección General de Asuntos Intrascendentes a través del Servicio de Ingreso Meritorio Periódico y Legítimo del Estado (SIMPLE), que era la vía más corta para asegurar una carrera en el servicio público. Su nuevo puesto de Subdirector Adjunto de Seguimiento y Apoyo al Buen Cauce de las Relaciones Públicas Institucionales, ganado con el más alto puntaje en el SIMPLE, le obligaba a asistir a la reunión del día de hoy: su primera como empleado de gobierno.

Comenzó a sentir una ligera humedad en sus manos. Sostenía con fuerza unas tarjetas con notas en perfecto orden y desglose sobre los puntos a tratar en la reunión.

Tres días antes su jefe, el ingeniero Lamadrid, lo había citado en su oficina para anunciarle de la reunión y de lo que se pretendía lograr en ésta. -El propósito de la reunión es presentar el Programa de Calidad Absoluta en los Servicios, que está emprendiendo la Dirección General para ser aplicada en la Secretaría de Acciones Redundantes en su conjunto- sentenció el ingeniero. Marcelino se sintió tranquilo porque el tema de la Calidad le era muy conocido por lo que hacía en su anterior trabajo. -No se preocupe, ingeniero, creo que con una sencilla explicación de nuestra filosofía de calidad los asistentes comenzarán a ver las ventajas de nuestra propuesta y van a asumir una actitud proactiva ante el Programa-, respondió emocionado.

El ingeniero sonrió discreta pero irónicamente. Había visto pasar a muchos jóvenes impetuosos como éste y conocía perfectamente el destino final de tanto optimismo. -lo importante, González, es que entiendan que el Programa se encuentra entre las más altas prioridades del señor Secretario. Los logros que de él emanen serán de la mayor importancia para el desarrollo del sector- remató Lamadrid. Marcelino asintió al instante, pero casi no entendió lo que le decía su jefe. Le resultaba un poco ambiguo y adornado el lenguaje que utilizaba, pero le había quedado claro que el Programa era importante y que había que defenderlo. Sintió un nudo en el estómago ahora que sabía de la importancia de la reunión.

La noche anterior casi no pudo dormir. Preparó apuntes sobre los aspectos más relevantes del tema. Buscó una y otra vez la mejor forma de resaltar las bondades del programa. También intentó que aquellos aspectos que aun no estaban consolidados no dieran la impresión de que no había una idea clara de lo que se quería lograr.

Ya cerca de las dos de la mañana y vencido por el cansancio, más que por el sueño, decidió ir un rato a la cama a recostarse. No dejaba de darle vueltas a lo que le había dicho su jefe sobre la importancia de la reunión. Era su oportunidad para comenzar de forma brillante su carrera en el sector público y no pensaba desperdiciarla. Cerró los ojos y volvió a abrirlos hasta que el despertador gritaba la hora desesperado.

A 10 minutos del inicio de la reunión sus tarjetas ya estaban arrugadas. -Tranquilízate- se repitió un par de veces. Una persona del área de sistemas lo abordó: -ya está todo listo para la proyección, jefe-. Marcelino agradeció brevemente. entró a la sala y respiró tan fuerte como pudo. Cerró los ojos y apretó los puños muy fuerte. Soltó una gran bocanada. Sintió algo de alivio. Estaba listo para comenzar con esto.

En 15 minutos la sala estaba repleta de mujeres y hombres que hablaban por teléfono sin parar o platicaban entre sí. Se oían risas por doquier e incluso alguno de ellos sacó una bolsa con frituras que comenzó a distribuir entre los presentes. Marcelino no pudo evitar sentir un poco apretada la corbata. Carraspeó y abrió la boca. -Ya vamos a empezar la reunión-dijo en voz excesivamente baja. Ninguna reacción. Levantó más la voz y esta vez el ruido comenzó a extinguirse lentamente. De pronto todas las miradas estaban puestas sobre él, como observando un objeto nuevo que acaba de ser puesto en exhibición en un museo.

 Marcelino esperó 5 segundos y comenzó su exposición de forma detallada. Durante este lapso, buscó infructuosamente identificar alguna señal de aprobación o desaprobación de parte de los presentes, alguna coordenada de su desempeño como expositor…ni una sola señal.

Concluyó con la presentacion y sólo podía sentir un profundo hueco estomacal. Lentamente lanzó la frase que estaba buscando evitar desde el principio.-¿Tienen alguna duda o inquietud?- lanzó finalmente.

Una mujer con rostro de orgasmo formado en la fila de la Ventanilla de Trámites levantó la mano. El muchacho la invitó a participar con un movimiento de su mano. -Nos dices que existirá un proceso de seguimiento de las acciones luego del cual se procederá conforme a la normatividad vigente para llevar a cabo lo conducente en materia de penalizaciones y mejoras, pero quisiera saber si las medidas resultantes conducirán a una reduccción líquida en nuestra programación presupuestal.

Marcelino estaba impávido. Buscaba dibujar una idea que le sirviera para entender los sonidos que acababa de escuchar, pero simplemente no lo lograba ¿en qué momento había dicho todo eso? -ehmm-intentó articular el muchacho. Lo interrumpió otra voz. Era un señor ya entrado en los 50 y gordo. Si la tasa de homicidios tuviera rostro seguro sería la de este personaje.

-Además no queda claro el procedimiento para solventar las recomendaciones en tiempo y forma-, complementó. -¿tiempo para qué? ¿en forma significa qué te vas a poner a hacer ejercicio?- pensó Marcelino fugazmente.

-¿Y cómo daremos cumplimiento al acuerdo 3581?, ¿Es compatible esta metodología con los dictámenes del manual de procedimientos administrativos?, ¿Cómo se conciliará la cuenta de gasto no programable con las inversiones que se realizarán para el proceso de mejora?…una tras otra las preguntas lo golpeaban sin que pudiera articular más de dos palabras juntas. Estaba a un segundo de salir huyendo del lugar, cuando de pronto recordó el encargo de su jefe.

Levantó la voz tanto como pudo y esta vez lo hizo con un tono enérgico. -¡Compañeros, por favor, no podemos avanzar así!-. La muchedumbre enmudeció de repente. Marcelino tomó aire nuevamente y repitió exactas aquellas palabras mágicas. -El Programa se encuentra entre las más altas prioridades del señor Secretario. Los logros que de él emanen serán de la mayor importancia para el desarrollo del sector-.

Silencio total primero y luego rostros de aprobación por todos lados ¿en verdad era tan sencillo obtener esta respuesta?, se cuestionó el muchacho. No quería parar ahí. Repasó rápidamente algunas otras palabras extrañas que hubiera escuchado de su jefe. Se aventuró a hilar algunas para ver si resultaban.

-También es importante que sepan que los esfuerzos de la DGAI están encaminados al pleno cumplimiento de nuestro compromiso con el ciudadano, sin descuidar lo que la legislación aplicable nos insta a realizar-. Exclamaciones de alegría comenzaron a repartirse por el ambiente. De pronto las sonrisas y las palmaditas en la espalda no se hicieron esperar.

Maarcelino estaba decidido a llevar esto hasta sus últimas consecuencias. Escogió cuidadosamente algunas palabras clave mientras el público comentaba jubiloso su mensaje.

-Para terminar, quiero señalarles que las acciones que se realicen en el marco de esta estrategia forman parte de la reforma administrativa aun pendiente en nuestro país. El señor secretario me encargó que les reafirmara la alta estima en que tiene a cada uno de ustedes. Él sabe que los esfuerzos que emprendan serán de la mayor trascendencia. Muchas gracias-. Explosión de gritos y exclamaciones por doquier. Los asistentes levantaron en hombros a Marcelino y lo transportaron por todo el pasillo gritando su nombre. El muchacho se desbordaba en emoción también…

Un par de horas después llegó a la DGAI. Su jefe, todavía a la expectativa, lo mandó llamar. Marcelino entró a la oficina del ingeniero Lamadrid aun con la sonrisa tatuada.-¿Cómo salió todo en la reunión, González?-. -Excelente, ingeniero. Los objetivos que nos habíamos trazado fueron alcanzados satisfactoriamente y el personal adscrito a esta Secretaría ha hecho suyos los principios y objetivos del programa-, concluyó.

Lamadrid contuvo la respiración por un instante, incrédulo. Le dio una palmadita en la espalda y sonrió satisfecho. El muchacho en verdad que tenía un prominente futuro.

Teoría del número

27 miércoles Oct 2010

Posted by Edgar Sandoval Gutiérrez in Anécdotas, Literatura

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música, números, palabras

Las matemáticas son un lenguaje misterioso. J.M. Coetzee, en Diario de un mal año plantea, a través del protagonista de su libro, la esencia narrativa de este dialecto:

Toda la matemática se apoya en mi capacidad de contar: mi capacidad, dado el nombre de N, de nombrar N+1 sin conocer su nombre de antemano, sin memorizar una lista infinita. Gran parte de la matemática consiste en inteligentes estrategemas para reestructurar situaciones en las que no puedo contar (no puedo averiguar el nombre del siguiente elemento de la serie: por ejemplo, el nombre del siguiente número irracional) a fin de convertirla en situaciones en las que puedo contar.

Nada nuevo: las matemáticas intentan contar historias a su manera, con su propia intención. A diferencia de las palabras, los números suelen tener una intención más sintética que analítica.

Como también lo señala en el relato Coetzee, dificilmente podemos predecir, a partir de un verbo, cuál o cuales serán los sustantivos o adverbios que seguirán en una frase particular; pero, a partir de un número X cualquiera, es posible predecir al menos algunas de las secuencias de conteo siguientes y expresarlas en forma resumida (tal vez, de la forma N+k): sabemos que si nos movemos en el terreno de los números enteros, del 0 avanzaremos hacia el 1.

Por el contrario, las palabras pueden servir eficientemente para describir una escena a profundidad. De un bosque podemos hablar de sus árboles; de las hojas que caen y de las que se mantienen unidas a las ramas; de los animales que buscan cobijo en sus entrañas; de los sonidos y olores que se guardan en sus intersticios; pero también de las montañas que lo vigilan, de los ríos que le cuentan historias fluidas a diario; de los susurros tibios de ese sol que le coquetea desde las alturas; e incluso, de lo que no se dice a través de ellas.

En cambio, aunque los números podrían contar cosas de forma amplia, buscan evitarlo. Si pasamos de los números enteros a los reales, no sólo sabemos que del 0 sigue el 1, sino que también podemos decir que entre 0 y 1 existen el 0.1 y el 0.01. No obstante, si seguimos con esta rutina de encontrar números intermedios en el intervalo, descubriremos que siempre existe la posibilidad de proponer al menos un número más (entre el 0.01 y el 0.1 existe el 0.09, por ejemplo); por lo que la matemática prefiere expresar esto en forma de intervalo abierto (es decir, que no tiene un límite definido y se expresa entre paréntesis) de la forma (0,1).

Al seguir su vocación, el número no deja de tener ciertas intenciones analíticas, aunque se exprese en forma sintética. Por ejemplo, cuando se expresa como un porcentaje, analíticamente busca decirnos que de entre un conjunto determinado queremos saber la magnitud de alguno o algunos de sus componentes.

Cuando se nos presenta como promedio, nos está diciendo que su intención es comparar dos conjuntos diferentes y establecer una relación estandar entre ellos.

Cuando aparece bajo la mística forma de una tasa (no de café, por supuesto), quiere dar cuenta un poco del envejecimiento de las cosas, porque compara un conjunto consigo mismo a lo largo del tiempo para saber de la magnitud de sus cambios.

***

– Entre T1= 4 de octubre y T2= 23 de octubre, la variable observada mostró un cambio significativo. La incidencia de lágrimas creció en 100 por ciento, en tanto que los decibeles emanados de la garganta lo hicieron en un 235 por ciento. No obstante, el nivel de ausencia lumínica se mantuvo constante, al igual que el conjunto de sustentantes del evento. La duración del mismo, por el contrario, mostró una reducción del orden del 5.7 por ciento. El promedio de acordes se mantuvo relativamente estable y la proporción de asistentes nuevos al evento que forman parte de la familia creció en 33.33 por ciento. Ya no asombra descubrir que, tal como se esperaba, la probabilidad de estado de éxtasis entre los asistentes se distribuyó entre 0 y1 y fué infinita.

-La oscuridad era la misma y se intercalaba con los destellos en una secuencia similar, aunque estuviéramos en lugares diferentes. A lo lejos un flacucho y su séquito nos incitaban a las palabras y los acordes conocidos. Entre los comparsas conocidos y desconocidos se observaba claramente esa angustia de la espera que luego se desborda en gozo. Éramos un poco más, aunque con una ausencia constante, cuando el nudo en la garganta invitó al llanto tímido, tal vez un poco más que en la primera ocasión.

Hoy amanecí budista

25 sábado Sep 2010

Posted by Edgar Valdés in Anécdotas

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Tuve el impulso infantil de aplastar un pequeño bicho que se paseaba en la calle, muy cerca de mi bota izquierda. El pequeño insecto, indiferente, rodeaba pequeños obstáculos en una búsqueda primitiva y desconocida para mí. Yo me detuve. Lo vi pequeño, indiferente. Lo vi con la libertad propia de una vida breve, fugaz, sin consciencia de la muerte. Me pareció simpático y lo dejé pasar. No como quien perdona una vida o una deuda, lo dejé pasar como aquel que sabe que estorba una tarea importante.

Una pequeña cápsula de tiempo II

09 lunes Ago 2010

Posted by Edgar Sandoval Gutiérrez in Anécdotas, erotismo, Literatura

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desamor, erotismo, poesia

CARMEN JONES TAMBIÉN ESTUVO EN ESTE ANDÉN

Existió de igual forma mi femme fatale particular. Aquella con la que siempre pudo pasar algo y no pasó casi nada. La que se convierte en fantasma y se va cargando junto con el equipaje. La que en ocasiones se conjura en el divan y en ocasiones ni siquiera se le puede mencionar porque todo se desborda. Nuestra relación era tan compleja como el texto que sigue:

Un hecho irrefutable

entre nosotros:

somos el Fernando Pessoa

del romance:

a veces podemos convertirnos en cada

persona sobre la faz del mundo

y a veces, ni siquiera nos alcanza para

ser una sola.

Como toda no-relación compleja que termina (antes de comenzar), ésta me enfrentó ante la desesperación de tenerla en todos lados sin tenerla.

UTOPÍA

Tengo ganas de

morder tu voz

hasta que no quede

una sílaba con

otra.

Tal vez así

desaparezcas de mis

noches.

Puede ser que

si te descubres

sin habla

no te queden ganas

de recordar mi

nombre.

Con suerte

te lograré expulsar

de mis oídos…

Lástima, se me olvidaba

que tu voz

la llevo adherida

en la piel.

Poco después, llegó la resignación, más forzada que por convicción. Era momento de cuestionarse sobre todo lo sucedido y aceptar la imposibilidad de cualquier cosa que sonara a su nombre.

JAMÁS SEREMOS UN BEST-SELLER

Nuestra historia falaz:

un juego de amantes sin

cuerpo,

un crucigrama de respuestas

susurradas

que escondíamos tras

los ojos,

una canción que esperaba

nuestras voces

para iniciar

conciertos.

Me faltó tu

sudor,

tus senos tibios

recostados en

mis manos,

mis labios se quedaron

sin la cicatriz

bajo tu boca,

los diálogos de amor

se abstuvieron de nosotros,

abrigamos el desierto

de la no-pertenencia,

naufragamos…

Así, entre hojas tamaño carta

escribimos líneas

transparentes. No somos

suficiente para las editoriales.

Luego de mucho más tiempo, llegó el anhelado funeral: un urgente salvavidas que llega tarde, pero que por fin llega.

COPYRIGHT RESERVED

Esta edición, de un solo ejemplar compartido por un año y medio, o tal vez un poco más, se terminó de imprimir una noche de agosto, cuando ebrio de desvelo y con mi libertad a cuestas recordé tu olor por última vez… juntos compartimos calles de la ciudad de arena, fuimos tarde que se resiste al crepúsculo, fuimos nausea e infierno, aprendimos a respirar juntos y también, como todos, a distorsionar la verdad… todas sus páginas se tiraron hacia ambos lados del camino, bajo el auspicio de nuestra mutua ausencia.

THANATOS LE CEDE EL ASIENTO A EROS EN LA RUTA 3 DEL MICROBUS.

Además de aquellos tiempos de dolor y nostalgia hubo tiempos de exploración y placer. Siempre quise escribir textos eróticos y aquella mujer de cosas simples, de la que ya hablé en el post anterior, provocó mi primer intento en estos territorios.

Me conoces bien,

entre farolas

y el silencio

de mi vieja calle

me aventuro

en tu cuerpo

de arena…

Abrazo el

sortilegio

de tus labios

húmedos,

me conduces

por el suave

espacio,

a puñados mastico

tu desierto:

quedan restos

de tu piel

entre mis dedos.

Soy viajero

que se sacia

en tu sudor

y recluta ejércitos

de sal,

mis dedos siguen

conquistando pliegues,

bebo la distancia

que me separa

del territorio marrón

de tus pezones.

Contraatacas

con el hervor

de tu respiración

y nos perdemos en los siglos

que juegan a ser

una bocanada

de tiempo.

Juntos alienamos

los sonidos

que caminan

esta noche,

tu mirada

es epílogo…

ya te vas

y aun no sabes

quien soy.

Hubo otra mujer que llegó a mi vida a regalarme, además de grandes recuerdos, cartuchos de tinta suficientes como para narrar batallas de piel. El más querido de ellos aun lo conservo en mi carpeta.

REINVENTANDO A BABEL

Nadar en la

tregua…

estaremos exhaustos

de emular tantas

voces:

en tu rostro a media luz

se dibujaba la tradición oral

de tus batallas,

en tu piel de barro

encontré los pergaminos

ocultos de la edad

de la abstinencia.

Prohibimos cada centímetro

de distancia

hasta despojarnos del cuerpo

y volvernos humo que se impregan en todos lados.

Destruimos uno a uno

los dialectos y

después…

tu sonrisa cachonda,

tus pechos deteniéndose a recoger

silencio,

los muslos suspendidos en una bocanada,

tu boca sureña salivando

en el intervalo bautismal…

me gusta deletrearte en todos los idiomas

con las yemas de los dedos.

Falta sólamente hablar de uno de mis más grandes amores, lo cual haré en la siguiente entrega.

Una pequeña cápsula de tiempo I

05 jueves Ago 2010

Posted by Edgar Sandoval Gutiérrez in Anécdotas, Literatura

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poesia, recuerdos

Hubo una época en que me gustaba escribir poesía. Nunca fue muy buena, pero aun guardo las hojas de cuaderno donde escribí retazos de ilusiones y sufrimientos. Hubo una tiempo, muy lejano (y cualquier lector que quiera saber de él deberá remitirse al post inicial de Atanor), en que escribía hasta 3 poemas diarios. Las ideas abundaban y la escritura era aparentemente sencilla de llevar a cabo: sólo se trataba de buscar palabras que rimaran en conjuntos de cuatro líneas no muy largas. A ritmo de rima fácil fui capaz de escribir libros enteros para las musas de mi adolescencia.

Luego de un poco más de un año de seguir esta cómoda fórmula, algún amigo nos contó sobre el verso libre y la idea nos convenció a varios (me parece que el autor de la sugerencia fue el otro co-bloguero de Atanor). A partir de entonces mi estilo y ritmo de escritura cambiaron irremediablemente. Escribir se volvió menos simple, pero más gratificante. Dejé de decir cosas que rimaran para decir cosas que quería decir… y eso toma más tiempo que lo que se suele pensar, así es que ahora escribía uno o dos poemas por semana.

Acabo de encontrarme una carpeta con algunos textos de mi pasado (no aquellos donde usaba la rima fácil, debo advertir) y quiero compartirlos con ustedes y platicarles un poco, a través de mis textos, de algunos trozos de mi vida. 

Las primeras cosas realmente dichas.

Hubo una época en la que conocí a una muchacha que, después de un tiempo, se convirtió en mi primer amor. Como muchos inicios en la vida, éste fue accidentado y breve. Luego de unos cuantos días de relación, sobrevino el final. Dediqué a su recuerdo una cantidad abundante de textos que aun reflejaban esa fase de la que hablaba al principio: aunque ya sin rima, escribía sin poder expresar lo que realmente quería.

Un tiempo después llegó la tan anhelada segunda oportunidad y con ella una chica menudita que decidió quedarse más tiempo en mi vida. Su predecible partida, además del luto riguroso y la melancolía que exije el caso, me regaló mi primer trozo de piedra filosofal: al fin un texto donde podía plasmar lo que realmente quería decir.

CONFESIÓN

Me atreví a

acusarte

de exilio,

de eyaculación

precoz y después

prolongada sequía.

Te llamé cobarde,

facilitadora de

desvelos,

prisionera de burbujas…

Tras el suicidio

de las palabras

sobrevino la obviedad:

tus ojos eran

sólo Espejo

dibujándome.

Le dediqué, además, un largo tratado autoterapéutico en el que todos mis yo se confesaban ante ella. Ahora sólo recuerdo el final, que creo es lo más rescatable de aquellas casi cuatro cuartillas.

Al amanecer,

entre la ciudad

somnolienta

y las calles

en ausencia de

siluetas

acudimos a su

funeral,

y en su lápida

derramamos palabras,

«De ella fueron

mis pupilas,

mis labios,

mis primeros

balbuceos

a las seis

de la mañana

y mi leche tibia

antes de dormir,

mi hambruna y

exceso,

mi comparsa

y antítesis,

mi penitenciaría

y hoy que yace

aquí,

sin vida,

se lleva consigo

esta dictadura»,

El tiempo

se desliza ante nosotros,

transparente,

súbito e incorruptible…

es hora de partir.

Existió también una mujer que apareció de la nada, en tiempo y forma, para rescatarme y recordarme de las cosas simples de la vida. Fue, sin duda, una de esas bocanadas de aire fresco a mitad del verano.

ASI DE SIMPLE

¿Y si te dijera

que esta noche,

-más allá de besos

y piel-

me llevo a casa

el recuerdo de

tu cuerpo

dorrmido,

tu cansancio

acumulado

que me abraza

y tu pequeña

mirada

despertando

un instante

para desearme

buenas noches?

Caín, de José Saramago

03 martes Ago 2010

Posted by Edgar Valdés in Anécdotas, Literatura

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caín, jose saramago

Se supone que debí ponerlo en La Lista, y esperar.

Pero comencé a hojearlo, y me decidí a leer un par de páginas. Sólo para ver el tono general de la narración. Además era tarde y trabajaba temprano al día siguiente.

La obra avanza con la cadencia característica de Saramago, con su lúcida inteligencia, con su magnífico humor.

A la una treinta de la mañana, poco menos, cerré el volumen. Era la página 98.

Libros y ergonomía

02 lunes Ago 2010

Posted by Edgar Valdés in Anécdotas

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libros

Cuando se me ocurre leer un libro en la pantalla de mi computadora, me canso a los pocos minutos. El escritorio tiene la altura correcta, el teclado y el mouse son de primera línea, mi silla tiene un respaldo diseñado para no molestarme aún después de ocho horas de trabajo. La ubicación del monitor es perfecta. Y a pesar de todo ello, me incomoda leer una novela en la pantalla.

Por otro lado, puedo tomar entre las manos un volumen cualquiera y leerlo en mi escritorio, en mi sillón favorito, en la cama. Y puedo pasar horas enteras inmerso en la lectura sin darme cuenta.

¿Por que será?

Las bibliotecas públicas

26 lunes Jul 2010

Posted by Edgar Valdés in Anécdotas, Literatura

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bibliotecas

Tengo cuatro imágenes cuando pienso en una biblioteca pública.

1. Un catálogo de libros de pastas desechas en una biblioteca rodeada de árboles vetustos, cerca de un pequeño lago artificial en el corazón de la ciudad. El ambiente huele a humedad, a papel antiguo. Sólo jóvenes menores de quince años, en la sección de computadoras.

2. Un portón de madera desvencijado, un patio vacío con hojas muertas en el final del otoño. El suelo es de madera crujiente, los ventanales de inicios del siglo pasado. Una mujer en la antesala, una bibliotecaria en el extremo opuesto, en un rincón de la sala. Afuera llueve.

3. Mesas simétricas y anaqueles anacrónicos. El sistema Dewey en una de sus últimas expresiones. El patio interior se llena con la algarabía de pequeños niños uniformados de azul y rojo. En las manos tengo un grueso volumen, a mi lado, libros de pastas carmesí, álgebra y literatura.

4. Una biblioteca moderna, con deficiente iluminación. Ventanales de metal y amplios cristales impolutos. Una selección exquisita que incluye una mítica Encyclopædia Britannica. Ahora hay sillones y cubículos individuales, estoy en un segundo piso y afuera, también, hay un amplio paisaje arbolado y un pequeño lago azul.

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