Marcelino González observó su reloj y suspiró aliviado. Había llegado al lugar de la reunión 15 minutos antes de que iniciara. Tomó asiento y empezó a mover las manos continuamente. La ocasión era especial: se trataba de su primer evento como trabajador del Gobierno Central.
Luego de graduarse con honores en una prestigiosa universidad privada y trabajar un tiempo en el departamento de ventas de una empresa pequeña, había ingresado a la Dirección General de Asuntos Intrascendentes a través del Servicio de Ingreso Meritorio Periódico y Legítimo del Estado (SIMPLE), que era la vía más corta para asegurar una carrera en el servicio público. Su nuevo puesto de Subdirector Adjunto de Seguimiento y Apoyo al Buen Cauce de las Relaciones Públicas Institucionales, ganado con el más alto puntaje en el SIMPLE, le obligaba a asistir a la reunión del día de hoy: su primera como empleado de gobierno.
Comenzó a sentir una ligera humedad en sus manos. Sostenía con fuerza unas tarjetas con notas en perfecto orden y desglose sobre los puntos a tratar en la reunión.
Tres días antes su jefe, el ingeniero Lamadrid, lo había citado en su oficina para anunciarle de la reunión y de lo que se pretendía lograr en ésta. -El propósito de la reunión es presentar el Programa de Calidad Absoluta en los Servicios, que está emprendiendo la Dirección General para ser aplicada en la Secretaría de Acciones Redundantes en su conjunto- sentenció el ingeniero. Marcelino se sintió tranquilo porque el tema de la Calidad le era muy conocido por lo que hacía en su anterior trabajo. -No se preocupe, ingeniero, creo que con una sencilla explicación de nuestra filosofía de calidad los asistentes comenzarán a ver las ventajas de nuestra propuesta y van a asumir una actitud proactiva ante el Programa-, respondió emocionado.
El ingeniero sonrió discreta pero irónicamente. Había visto pasar a muchos jóvenes impetuosos como éste y conocía perfectamente el destino final de tanto optimismo. -lo importante, González, es que entiendan que el Programa se encuentra entre las más altas prioridades del señor Secretario. Los logros que de él emanen serán de la mayor importancia para el desarrollo del sector- remató Lamadrid. Marcelino asintió al instante, pero casi no entendió lo que le decía su jefe. Le resultaba un poco ambiguo y adornado el lenguaje que utilizaba, pero le había quedado claro que el Programa era importante y que había que defenderlo. Sintió un nudo en el estómago ahora que sabía de la importancia de la reunión.
La noche anterior casi no pudo dormir. Preparó apuntes sobre los aspectos más relevantes del tema. Buscó una y otra vez la mejor forma de resaltar las bondades del programa. También intentó que aquellos aspectos que aun no estaban consolidados no dieran la impresión de que no había una idea clara de lo que se quería lograr.
Ya cerca de las dos de la mañana y vencido por el cansancio, más que por el sueño, decidió ir un rato a la cama a recostarse. No dejaba de darle vueltas a lo que le había dicho su jefe sobre la importancia de la reunión. Era su oportunidad para comenzar de forma brillante su carrera en el sector público y no pensaba desperdiciarla. Cerró los ojos y volvió a abrirlos hasta que el despertador gritaba la hora desesperado.
A 10 minutos del inicio de la reunión sus tarjetas ya estaban arrugadas. -Tranquilízate- se repitió un par de veces. Una persona del área de sistemas lo abordó: -ya está todo listo para la proyección, jefe-. Marcelino agradeció brevemente. entró a la sala y respiró tan fuerte como pudo. Cerró los ojos y apretó los puños muy fuerte. Soltó una gran bocanada. Sintió algo de alivio. Estaba listo para comenzar con esto.
En 15 minutos la sala estaba repleta de mujeres y hombres que hablaban por teléfono sin parar o platicaban entre sí. Se oían risas por doquier e incluso alguno de ellos sacó una bolsa con frituras que comenzó a distribuir entre los presentes. Marcelino no pudo evitar sentir un poco apretada la corbata. Carraspeó y abrió la boca. -Ya vamos a empezar la reunión-dijo en voz excesivamente baja. Ninguna reacción. Levantó más la voz y esta vez el ruido comenzó a extinguirse lentamente. De pronto todas las miradas estaban puestas sobre él, como observando un objeto nuevo que acaba de ser puesto en exhibición en un museo.
Marcelino esperó 5 segundos y comenzó su exposición de forma detallada. Durante este lapso, buscó infructuosamente identificar alguna señal de aprobación o desaprobación de parte de los presentes, alguna coordenada de su desempeño como expositor…ni una sola señal.
Concluyó con la presentacion y sólo podía sentir un profundo hueco estomacal. Lentamente lanzó la frase que estaba buscando evitar desde el principio.-¿Tienen alguna duda o inquietud?- lanzó finalmente.
Una mujer con rostro de orgasmo formado en la fila de la Ventanilla de Trámites levantó la mano. El muchacho la invitó a participar con un movimiento de su mano. -Nos dices que existirá un proceso de seguimiento de las acciones luego del cual se procederá conforme a la normatividad vigente para llevar a cabo lo conducente en materia de penalizaciones y mejoras, pero quisiera saber si las medidas resultantes conducirán a una reduccción líquida en nuestra programación presupuestal.
Marcelino estaba impávido. Buscaba dibujar una idea que le sirviera para entender los sonidos que acababa de escuchar, pero simplemente no lo lograba ¿en qué momento había dicho todo eso? -ehmm-intentó articular el muchacho. Lo interrumpió otra voz. Era un señor ya entrado en los 50 y gordo. Si la tasa de homicidios tuviera rostro seguro sería la de este personaje.
-Además no queda claro el procedimiento para solventar las recomendaciones en tiempo y forma-, complementó. -¿tiempo para qué? ¿en forma significa qué te vas a poner a hacer ejercicio?- pensó Marcelino fugazmente.
-¿Y cómo daremos cumplimiento al acuerdo 3581?, ¿Es compatible esta metodología con los dictámenes del manual de procedimientos administrativos?, ¿Cómo se conciliará la cuenta de gasto no programable con las inversiones que se realizarán para el proceso de mejora?…una tras otra las preguntas lo golpeaban sin que pudiera articular más de dos palabras juntas. Estaba a un segundo de salir huyendo del lugar, cuando de pronto recordó el encargo de su jefe.
Levantó la voz tanto como pudo y esta vez lo hizo con un tono enérgico. -¡Compañeros, por favor, no podemos avanzar así!-. La muchedumbre enmudeció de repente. Marcelino tomó aire nuevamente y repitió exactas aquellas palabras mágicas. -El Programa se encuentra entre las más altas prioridades del señor Secretario. Los logros que de él emanen serán de la mayor importancia para el desarrollo del sector-.
Silencio total primero y luego rostros de aprobación por todos lados ¿en verdad era tan sencillo obtener esta respuesta?, se cuestionó el muchacho. No quería parar ahí. Repasó rápidamente algunas otras palabras extrañas que hubiera escuchado de su jefe. Se aventuró a hilar algunas para ver si resultaban.
-También es importante que sepan que los esfuerzos de la DGAI están encaminados al pleno cumplimiento de nuestro compromiso con el ciudadano, sin descuidar lo que la legislación aplicable nos insta a realizar-. Exclamaciones de alegría comenzaron a repartirse por el ambiente. De pronto las sonrisas y las palmaditas en la espalda no se hicieron esperar.
Maarcelino estaba decidido a llevar esto hasta sus últimas consecuencias. Escogió cuidadosamente algunas palabras clave mientras el público comentaba jubiloso su mensaje.
-Para terminar, quiero señalarles que las acciones que se realicen en el marco de esta estrategia forman parte de la reforma administrativa aun pendiente en nuestro país. El señor secretario me encargó que les reafirmara la alta estima en que tiene a cada uno de ustedes. Él sabe que los esfuerzos que emprendan serán de la mayor trascendencia. Muchas gracias-. Explosión de gritos y exclamaciones por doquier. Los asistentes levantaron en hombros a Marcelino y lo transportaron por todo el pasillo gritando su nombre. El muchacho se desbordaba en emoción también…
Un par de horas después llegó a la DGAI. Su jefe, todavía a la expectativa, lo mandó llamar. Marcelino entró a la oficina del ingeniero Lamadrid aun con la sonrisa tatuada.-¿Cómo salió todo en la reunión, González?-. -Excelente, ingeniero. Los objetivos que nos habíamos trazado fueron alcanzados satisfactoriamente y el personal adscrito a esta Secretaría ha hecho suyos los principios y objetivos del programa-, concluyó.
Lamadrid contuvo la respiración por un instante, incrédulo. Le dio una palmadita en la espalda y sonrió satisfecho. El muchacho en verdad que tenía un prominente futuro.