El día transcurre en calma en la oficina. De no ser por un par de tacones que denuncian un andar femenino estresado, la rutina se mantendría asquerosamente impenetrada. Un tipo observa la pantalla de su computadora, mientras distribuye palabras en un archivo de texto. De pronto, un brillo color naranja en la parte inferior de la pantalla desvía su mirada. Posiciona el cursor sobre el cuadro de diálogo para leer el mensaje entrante:
Nihilista: ¡Hola, amigo!
Errante: ¡Amigo, qué gusto leerte!
Nihilista: hace rato leí la respuesta de una amiga tuya al texto sobre dios que publiqué y lo acabo de contestar.
Errante: Espera, quiero revisarlo…
Nihilista: Sí, claro.
(Transcurren dos minutos. La red se nota algo tensa, angustiada. Finalmente, el parpadeo anaranjado aparece de regreso).
Errante: Acabo de leer ambos comentarios. Tengo bastantes objeciones a lo que comenta. Vi que no quisiste extenderte en tu respuesta, pero a mí sí me inspira responderle más cosas.
Nihilista: (risas) Pues mucha suerte.
Errante: (risas) Seré breve, porque no soy un docto en cuestiones bíblicas, pero espero generar un poco más de discusión.
Nihilista: No hace falta ser experto, la biblia no aguanta el menor rigor histórico; digo, no más que un cuento de los hermanos Grimm o una novela histórica.
Errante: Por ahí quiero dirigir mi respuesta, pero también por el lado de que la postura reduccionista de mi amiga demuestra tu punto: el dogmático religioso cree que su dios lo abarca todo… tú te referías en abstracto a la categoría religiosa, pero no dijiste que se trataba de alguna religión en particular y ella asumió que la única religión existente es la cristiano-católica.
Nihilista: Correcto, aunque me gusta esa idea tan rara de los creyentes de que su libro lo explica todo. Basta con decirles algo provocador como «dios y la biblia no tienen nada que ver con (digamos) el fracaso de la selección mexicana” y entonces te sueltan algo que es generalmente muy interesante; digo, desde la perspectiva clínica.
Ambos: (risas)
Nihilista: Lo interesante de esto es que el tema de fondo no es dios, sino la postura epistemológica: dios es un objeto de conocimiento
Errante: Totalmente de acuerdo. En muchos sentidos, como señalan algunos epistemólogos, podríamos decir que dios es EL OBJETO de conocimiento. Al menos los orígenes de la búsqueda de la verdad en los que dice basarse la ciencia tienen orígenes epistemológicos en la idea de encontrar o acercarse a dios.
Nihilista: Claro, el absoluto, la eternidad, todos los temas totalizadores de una forma u otra remiten a dios, pero igual sucede con el poder y otros temas que ponen al hombre y su libertad en estudio.
Errante: ¡Totalmente de acuerdo! En el fondo es una cuestión que va más allá de dios: creo que tiene que ver con lo que, según he leído, los filósofos llaman la poiesis, o sea, la relación del hombre con la naturaleza, con todo lo que le es externo. Y una de las vías epistemológicas para enfrentar esa relación poiética del hombre (esa relación tuística o de la otredad, dicen algunos) es a través de dios.
Nihilista: ¡Suena como enfermedad del siglo XIX!
Ambos: (risas interminables por varios minutos, luego de los cuales la conversación vuelve a su ritmo habitual).
Nihilista: ¿No notas que en la idea de dios, hay cierta sensación de soledad y temor, ese afán por encontrar sentido?
Errante: ¡Totalmente! Me parece que encontrar sentido está referido siempre hacia afuera y dios es un mecanismo poderoso porque ofrece innumerables respuestas.
Nihilista: ¿No deberíamos asumir esa responsabilidad? ¿Aceptar que estamos solos? digo, no es una filosofía fácil, pero creo que el mundo necesita más nihilistas…al menos algunos para echar montón. Lo malo es que se confunde el nihilismo con la apatía y yo creo que se puede ser nihilista y aún así llevar una vida de entrega.
Errante: Creo que esta dimensión de percepción física que llamamos vida sería más agradable si aceptáramos el hecho de la soledad de buena gana y efectivamente, se le piensa al nihilismo como una postura relativista, «tibia de corazón”.
Nihilista: Es como lo que comenta tu amiga en mi texto, de que «a los tibios dios no se qué les hace”… ¡Pero si eso somos! Somos grises y eso es poético.
Errante: ¡Claro! El gris es un color poderosísimo.
Nihilista: Representa la fuerza de la ambigüedad.
Errante: Por ese lado me encanta ser de la generación posmoderna… nuestros padres convivieron entre el rojo y el azul y no tenían para donde hacerse. Nosotros tenemos toda la escala de grises para movernos, con el añadido de que entre cada tonalidad de gris y la siguiente hay un número infinito de semejanzas y diferencias ¿No es maravilloso entonces que seamos grises?
Nihilista: ¡Claro! Pero la gente quiere blanco y negro, quiere, como siempre, certezas.
Errante: ¡Ese es el punto! Les asustan los tibios de corazón porque ellos son los más inciertos.
Nihilista: Así es.
Errante: Amigo, tengo que irme, pero espero esta tarde sigamos conversando, con un café de por medio.
Nihilista: Por supuesto que sí, amigo, nada me dará más gusto.
El naranja de la pantalla ha quedado exiliado de ambos lados. Un off como apellido les invade ahora. Nihilista y Errante, cada cual tras su pantalla piensan, mastican las ideas que acaban de ser dichas. Esperan las palabras venideras….