
Me advirtió un amigo: ¿por qué ver una película sobre banqueros en esta época? La respuesta es simple: faltaba un rato aún para que llegara X–men Origins.
Me encontré con que The International (Tom Tykwer, 2009) es una película entretenida. El tiroteo en el Guggenheim es una de esas escenas que deberían estudiar otros directores. Clive Owen actúa igual en todas las cintas y Naomi Watts no necesita mostrar un sólo centímetro extra de piel para decirnos lo hermosa que es.
Es una película de espías sin laberintos tecnológicos o entrenamiento de élite mostrado al detalle. Carece de esa fijación por el CSI: Marruecos que se ve tanto en la pantalla actual. Si los protagonistas tienen una idea más o menos clara del lío en que están metidos es porque llevan años librando esa batalla. Nada de vueltas de tuerca ni enredos sicológicos, pero tampoco explosiones masivas. Se dispara cuando se necesita.

Los malos sólo son ambiciosos; los buenos sólo son dedicados; los mercenarios, bueno, sólo hacen un buen trabajo. Naomi Watts aparece el tiempo justo, no es la protagonista aunque el poster nos quiera mentir y atraer. Los diálogos son parcos, apenas se intentan un par de frases célebres.
No es una cinta pretensionsa ni elitista. Se le compara, inevitablemente, con Bond y Bourne (¿han visto que las inciales de ambos son idénticas?). Pero Salinger (Owen) es apenas un agente de la Interpol, no una máquina asesina como sus avanzados congéneres. Es poco más que un policía.
Me agradó, en suma, su simpleza narrativa, sus finales individuales sin apoteosis, la carencia de ciencia y artificio en los recursos de sus personajes, me agradó que no hayan forzado un romance entre los agentes que no iría a ninguna parte.
Y claro, Naomi sólo viste de traje sastre.
