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Atanor

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Publicaciones de la categoría: erotismo

Intersticio

19 viernes Jun 2020

Posted by Edgar Sandoval Gutiérrez in erotismo, Literatura, Pandemia

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Con este encierro forzado los víveres se consumen mucho más rápido. Recién anoche me percaté que era hora de comprar algunas provisiones para las siguientes dos semanas.

Afortunadamente tengo un supermercado a tres calles de mi casa, porque adquirir insumos se ha vuelto un asunto sumamente complicado: preparar la cocina para recibir todo lo adquirido y desinfectarlo, usar ropa que cubra el cuerpo lo suficiente, dejar listo el cambio de ropa en el baño para llegar directo a la regadera, tener a la mano la solución clorada para los zapatos, ponerse los incómodos guantes que harán sudar mis dedos y que no me permitirán tomar ningún objeto con precisión, ajustarme este pseudo rostro de tela que hace mi respiración más densa, aprieta demasiado mi nariz y ha comenzado a lacerar mis orejas.

Camino rápido y con la vista puesta al frente hasta llegar a la tienda. Recibo la dosis de gel antibacterial para unas manos que, aunque ya cubiertas, tocarán las más sospechosas superficies. Nunca está de más cualquier precaución.

Me dirijo a tomar un contenedor para objetos y un empleado se me adelanta para depositar un disparo líquido de solución alcoholizada sobre la manija. Por un momento pienso que va a chocar conmigo y que tendré que estar confinado durante 15 días, mientras averiguo si soy una nueva víctima del virus, pero el tipo resulta hábil y me esquiva rápido.

Observo a las personas que han acudido a hacer sus compras y no puedo dejar de notar esa pesada angustia que comparten conmigo en este momento. Aunque no puedo ver del todo sus rostros, sus expresiones dicen mucho más de lo que ellos pueden notar. Me aproximo a la sección de verduras para comenzar con esta empresa y observo, a tres metros de distancia, a una chica de mirada luminosa que elige cuidadosamente unos mangos.

No puedo dejar de notar que es hermosa, con esos ojos almendrados que diseccionan con paciencia la fruta, una figura voluptuosa que se esconde tras un atuendo deportivo ajustado y esa cabellera ondulada que le cae hasta los hombros. Tomo cualquier objeto, para disimular que la observo, pero luego me quedo inmóvil, mientras disecciono sus movimientos.

Algo hace que ella cambie su foco de atención. Levanta la cabeza y rastrea esa sensación extraña que ha tenido hace un par de segundos. Se topa de pronto con mis ojos y dibuja un gesto de satisfacción ante su búsqueda. Intento desviar la mirada pero me es imposible. Ella tampoco se mueve. Nos observamos fijamente unos 20 segundos y luego su quijada hace un movimiento que bien podría ser una sonrisa. No tengo certeza de ello, porque su cubrebocas tapa buena parte de su cara.

Rompe el contacto visual y sigue su camino. Yo regreso a mi lista de compras. Ha sido estupendo y muy necesario tener este brevísimo encuentro con la chica. Hago un recorrido puntual por la sección de frutas y, antes de regresar a depositar lo seleccionado en mi contenedor, echo una rápida vista a los alrededores para ver si la muchacha sigue cerca.

Me decepciono rápidamente, porque no queda ni rastro de ella. Me aproximo al vehículo y veo un pequeño trozo de papel que definitivamente no estaba ahí cuando llegué a este lugar. Lo tomo con sumo cuidado y lo desenvuelvo. La nota dice: «hola, soy Alika. Este es el número de mi móvil. Llámame», para luego desplegar aquellos diez gloriosos números que representan la maravillosa posibilidad de relacionarme al fin con alguien durante el encierro. Me siento esperanzado en medio de esta zozobra prolongada que empezó en un tiempo que, aunque no ha sido tanto, me parece muy lejano ya.

Aunque algo distraído ante la posibilidad de un encuentro con esta mujer, continúo mi camino. Me la topo nuevamente en un par de ocasiones y recibo, en ambas, un guiño coqueto de su parte. Mi cuerpo se estremece sin remedio. Tengo una prisa loca por regresar a casa y poder sacar mi móvil para enviarle un mensaje.

Luego de una hora y media (el tiempo necesario para realizar compras se ha vuelto tortuosamente largo desde que comenzó esta pandemia), logro al fin salir de aquel lugar y llegar a casa. Apenas alcanzo a quitarme los zapatos y depositar mis compras en la cocina. Saco apresuradamente mi celular y el trozo de papel. Escribo en mi libreta de contactos: Alika Supermercado (¡menudo nombre para mi nueva y potencial conquista!) e inmediatamente le envío un mensaje: «Hola, me llamo Antoine. Nos vimos hace una hora en el supermercado y no he podido dejar de pensar en ti. Quiero verte».

Inmediatamente después, comienzo a sentir una culpa inmensa por haber roto algunas de las normas sanitarias gracias a este impulso absurdo, pero maravilloso, de contactar a la chica. Embadurno mi aparato con gel antibacterial y me voy a bañar, en espera de recibir una respuesta a mi mensaje.

Cinco minutos después salgo de la regadera y me visto apresurado, con la esperanza de tener ya la respuesta de Alika. Me asomo al celular y siento un poco de decepción, porque no tiene ninguna notificación nueva. Asumo, para consolarme, que ella aún estará de camino a casa. Comienzo el arduo proceso de lavado de los productos que he adquirido. El tiempo nuevamente se estira demasiado y me hace experimentar una desesperación que ha sido muy común en estas semanas.

Me he resignado a terminar la rutina de limpieza e incluso olvido, por algunos minutos, revisar mi teléfono. Estoy a dos zanahorias de terminar y volteo por curiosidad a la pantalla, para descubrir que tengo al fin un mensaje de esta mujer.

Hago una pausa para revisar el texto. El estómago se me cierra y el corazón reclama airado. «Tampoco he dejado de pensar en ti. Te propongo vernos en cuatro días, en un sitio donde venden café para llevar. Te mando la dirección mañana. Nos reunimos en ese sitio y de ahí vamos a tu departamento o al mío».

Me falta el aire y siento algo de mareo, combinado con una sonrisa imborrable y unas ganas de gritar que apenas puedo contener. Es lo más emocionante que me ha ocurrido en muchas semanas. Aunque cuatro días de espera suena a muchísimo tiempo. Pero sabré aguantar.

Le contestó que estoy de acuerdo y, a partir de ese momento, comenzamos un intercambio de mensajes que sólo se ve interrumpido en las madrugadas, para descansar un poco y, durante algunas horas del día, para atender asuntos laborales urgentes. Platicamos de nuestros gustos y de nuestra experiencia en el encierro; pero también sostenemos algunas charlas eróticas que le han añadido un toque interesante a la espera. No obstante, hemos convenido que no nos enviaremos fotos de nuestros rostros descubiertos, que nos quitaremos los cubrebocas hasta estar frente a frente.

También acordamos mantener medidas de higiene y cuidado, por si acaso. Me he comunicado con un amigo médico y me consiguió una prueba casera de detección del virus que arroja resultados en 48 horas. Justo el tiempo necesario para llegar tranquilo a mi encuentro.

Al fin llega el día acordado. Dos horas antes tomo un baño y estoy listo y ansioso en la puerta de mi departamento. En cuanto llega el tiempo prudente para partir, sin llegar demasiado temprano, saco mis mejores guantes para la ocasión y el cubrebocas más caro que tengo. Añado a mi atuendo, por último, una careta que he adquirido especialmente para la ocasión. También esto forma parte de lo acordado con Alika, al menos para el tiempo que estaremos en la calle.

Llego al sitio acordado cinco minutos antes. Las manos me sudan no sólo por el plástico de los guantes, sino porque estoy completamente nervioso. Trato de inhalar y exhalar tranquilo, pero el cubrebocas no deja entrar mucho oxígeno. Afortunadamente Alika se presenta tres minutos antes de la hora acordada. Nos saludamos a la distancia recomendada y nos miramos fijamente a los ojos, que alcanzamos a percibir a pesar de las caretas. Pagamos un par de cafés y, mientras nos los entregan, comenzamos con una charla casual sobre cómo estuvo nuestro camino para llegar a este sitio.

Recibimos el pedido y hacemos una pausa. No hemos decidido a donde iremos para continuar con nuestra cita. Luego de algunos breves cálculos, acordamos ir a su casa, que está a menos de dos kilómetros. Caminamos lento, pero con la distancia prudente entre nosotros y siempre al compás de esa danza que resulta de esquivar transeúntes.

En el trayecto le he mostrado los resultados de mis análisis, que anuncian ese anhelado «negativo» que es mi salvoconducto para, al fin, poder tener sexo con esta chica. Ella hace lo propio y ambos sonreímos complacidos. Llegamos a su departamento, luego de subir dos pisos, y nos quitamos los zapatos. Ella toma un atomizador y rocía sobre mi cuerpo un poco de alcohol. Yo repito la misma acción sobre su cuerpo y suelto la botella.

Ella entiende la señal y nos despojamos de los cubrebocas. Sus labios gruesos lucen deliciosos y listos para ser recorridos por los míos. Aproximo mi rostro al suyo lentamente y ella cierra los ojos, en espera de que mi boca aterrice al fin en la suya. Junto mis párpados también y respiro agitado, en espera de sentir ese primer contacto húmedo. Un estruendo interrumpe nuestro acoplamiento. Hemos olvidado quitarnos las caretas, que ahora han chocado irremediablemente. Nos reímos un poco del suceso y las tiramos al suelo. Al fin puedo sentir su aliento tibio en medio de este oleaje que recorre nuestras bocas.

Comienzo a quitarle la ropa. Desabotono su camisa y mordisqueo un poco sus hombros, mientras observo como se estremece despacito. Beso ahora profusamente esa parte de su cuerpo durante algunos minutos, pero de pronto me detengo, preocupado. La observo con algo de angustia y reconozco mi sensación en sus pupilas. Aunque la misma idea pasa por nuestras cabezas, ninguno se atreve a decirla.

Finalmente tomo la iniciativa y le propongo que tomemos un baño juntos. A lo mejor esto sirve además para encender el encuentro. Ella acepta gustosa y va por un par de toallas. La duda de si alguna partícula del virus estaría alojada en sus hombros me tiene un poco preocupado. Le pregunto si tiene enjuague bucal con alcohol y me responde afirmativamente. Creo que con eso bastará.

Entramos al baño y nos desnudamos rápido, pero jugueteando un poco. Su piel marrón es la mejor estampa para adornar este cuerpo de proporciones perfectas. Ella nota con agrado, al sur de mi cuerpo, el júbilo con el que recibo su desnudez. Extiende su mano y me invita a entrar con ella a la regadera. La sigo e intento aproximarme rápido a su cuerpo, pero me detiene.

Me susurra que, por recomendación sanitaria, ella siempre se enjabona cada parte de su cuerpo durante, al menos, 30 segundos; pero después de decirme eso con un tono serio, sonríe en forma seductora y me propone que ambos limpiemos el cuerpo del otro.

Reconozco que no ha sido muy excitante la tarea de contar los segundos que gasto con el jabón en cada parte, pero al menos he podido tocarla por completo. Justo al final de la rutina, tomo un poco de agua en la palma de mi mano y lavo su vulva, mientras mis dedos recorren libres este nuevo territorio. Hemos recuperado la intensidad del encuentro. Mientras toco algunos acordes sobre su sexo, ella los acompaña con unas agudas notas que han hecho trabajar bastante a sus cuerdas vocales.

Tomamos nuestras toallas y nos secamos rápido. Al fin tenemos vía franca para el amor. Nos fundimos en un beso mientras avanzamos hacia su cuarto y ahí, interpretamos nuestra mejor actuación. Quedamos exhaustos y nos miramos, sin palabras de por medio, durante un buen rato.

Estamos a punto de abrazarnos pero de nueva cuenta nos detenemos. Todavía sin hablar, entendemos cual es el siguiente paso. Nos paramos de la cama y nos dirigimos a la ducha. En esta ocasión, la limpieza ha corrido a cargo de cada uno de nosotros y hemos sido rápidos.

Regresamos a la cama y comenzamos a charlar. Tengo unas ganas incontrolables de abrazarla y puedo asegurar que ella también, pero ambos mantenemos el protocolo de distancia tanto como nuestras ganas nos lo han permitido. Ella desliza su mano a unos centímetros de la mía y yo pego las yemas de mis dedos a las suyas. Aunque no la puedo tener tan cerca, la siento muy próxima. Definitivamente me encanta Alika, aunque no pueda controlar del todo esta culpa que siento por haber roto con el cerco. Respiro profundo y sigo mirándola.

Una pequeña cápsula de tiempo II

09 lunes Ago 2010

Posted by Edgar Sandoval Gutiérrez in Anécdotas, erotismo, Literatura

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desamor, erotismo, poesia

CARMEN JONES TAMBIÉN ESTUVO EN ESTE ANDÉN

Existió de igual forma mi femme fatale particular. Aquella con la que siempre pudo pasar algo y no pasó casi nada. La que se convierte en fantasma y se va cargando junto con el equipaje. La que en ocasiones se conjura en el divan y en ocasiones ni siquiera se le puede mencionar porque todo se desborda. Nuestra relación era tan compleja como el texto que sigue:

Un hecho irrefutable

entre nosotros:

somos el Fernando Pessoa

del romance:

a veces podemos convertirnos en cada

persona sobre la faz del mundo

y a veces, ni siquiera nos alcanza para

ser una sola.

Como toda no-relación compleja que termina (antes de comenzar), ésta me enfrentó ante la desesperación de tenerla en todos lados sin tenerla.

UTOPÍA

Tengo ganas de

morder tu voz

hasta que no quede

una sílaba con

otra.

Tal vez así

desaparezcas de mis

noches.

Puede ser que

si te descubres

sin habla

no te queden ganas

de recordar mi

nombre.

Con suerte

te lograré expulsar

de mis oídos…

Lástima, se me olvidaba

que tu voz

la llevo adherida

en la piel.

Poco después, llegó la resignación, más forzada que por convicción. Era momento de cuestionarse sobre todo lo sucedido y aceptar la imposibilidad de cualquier cosa que sonara a su nombre.

JAMÁS SEREMOS UN BEST-SELLER

Nuestra historia falaz:

un juego de amantes sin

cuerpo,

un crucigrama de respuestas

susurradas

que escondíamos tras

los ojos,

una canción que esperaba

nuestras voces

para iniciar

conciertos.

Me faltó tu

sudor,

tus senos tibios

recostados en

mis manos,

mis labios se quedaron

sin la cicatriz

bajo tu boca,

los diálogos de amor

se abstuvieron de nosotros,

abrigamos el desierto

de la no-pertenencia,

naufragamos…

Así, entre hojas tamaño carta

escribimos líneas

transparentes. No somos

suficiente para las editoriales.

Luego de mucho más tiempo, llegó el anhelado funeral: un urgente salvavidas que llega tarde, pero que por fin llega.

COPYRIGHT RESERVED

Esta edición, de un solo ejemplar compartido por un año y medio, o tal vez un poco más, se terminó de imprimir una noche de agosto, cuando ebrio de desvelo y con mi libertad a cuestas recordé tu olor por última vez… juntos compartimos calles de la ciudad de arena, fuimos tarde que se resiste al crepúsculo, fuimos nausea e infierno, aprendimos a respirar juntos y también, como todos, a distorsionar la verdad… todas sus páginas se tiraron hacia ambos lados del camino, bajo el auspicio de nuestra mutua ausencia.

THANATOS LE CEDE EL ASIENTO A EROS EN LA RUTA 3 DEL MICROBUS.

Además de aquellos tiempos de dolor y nostalgia hubo tiempos de exploración y placer. Siempre quise escribir textos eróticos y aquella mujer de cosas simples, de la que ya hablé en el post anterior, provocó mi primer intento en estos territorios.

Me conoces bien,

entre farolas

y el silencio

de mi vieja calle

me aventuro

en tu cuerpo

de arena…

Abrazo el

sortilegio

de tus labios

húmedos,

me conduces

por el suave

espacio,

a puñados mastico

tu desierto:

quedan restos

de tu piel

entre mis dedos.

Soy viajero

que se sacia

en tu sudor

y recluta ejércitos

de sal,

mis dedos siguen

conquistando pliegues,

bebo la distancia

que me separa

del territorio marrón

de tus pezones.

Contraatacas

con el hervor

de tu respiración

y nos perdemos en los siglos

que juegan a ser

una bocanada

de tiempo.

Juntos alienamos

los sonidos

que caminan

esta noche,

tu mirada

es epílogo…

ya te vas

y aun no sabes

quien soy.

Hubo otra mujer que llegó a mi vida a regalarme, además de grandes recuerdos, cartuchos de tinta suficientes como para narrar batallas de piel. El más querido de ellos aun lo conservo en mi carpeta.

REINVENTANDO A BABEL

Nadar en la

tregua…

estaremos exhaustos

de emular tantas

voces:

en tu rostro a media luz

se dibujaba la tradición oral

de tus batallas,

en tu piel de barro

encontré los pergaminos

ocultos de la edad

de la abstinencia.

Prohibimos cada centímetro

de distancia

hasta despojarnos del cuerpo

y volvernos humo que se impregan en todos lados.

Destruimos uno a uno

los dialectos y

después…

tu sonrisa cachonda,

tus pechos deteniéndose a recoger

silencio,

los muslos suspendidos en una bocanada,

tu boca sureña salivando

en el intervalo bautismal…

me gusta deletrearte en todos los idiomas

con las yemas de los dedos.

Falta sólamente hablar de uno de mis más grandes amores, lo cual haré en la siguiente entrega.

Burotismo (edición beta)

04 jueves Feb 2010

Posted by Edgar Sandoval Gutiérrez in erotismo, Literatura

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burocracia, erotismo

Tamara entró al salón enfundada en su habitual traje sastre de los lunes. Estaba algo nerviosa. La Dirección General de Asuntos Intrascendentes (DGAI) para la cual trabajaba sería la encargada de coordinar el proyecto que el señor Secretario de Acciones Redundantes, del cual dependía la DGAI, consideraba como el de mayor prioridad en su gestión. Ella había sido elegida para presentar la iniciativa ante los Directores Generales de la SAR y para garantizar que las diferentes acciones contribuyeran con el logro de las metas del proyecto.

El lugar estaba prácticamente lleno, en su mayoría de hombres que dominaban los puestos de alta responsabilidad en la dependencia. Una tímida gota de sudor pretendió desprenderse de su frente, pero Tamara la aniquiló al instante, ayudada por un pañuelo. Su respiración se volvió más rápida. Tomó asiento -junto con el resto de asistentes- y acercó el micrófono a su boca recién humedecida por un sorbo de agua.

-Buenos días- dijo en forma entrecortada. Carraspeó un poco y continuó. -A nombre del Dr. Ignacio Trelles, Secretario de Acciones Redundantes les doy la bienvenida a esta reunión. El señor Secretario desea que los acuerdos que emanen de esta reunión contribuyan de forma decidida con el éxito de este proyecto-.

Al escucharse con tan decididas palabras comenzó a sentirse más segura. Aun tenía un poco seca la boca, pero Tamara sabía que podía conducir la reunión. Con voz firme dedicó los siguientes 20 minutos a explicar las principales estrategias y acciones del proyecto. Luego de un cierre afortunado de la presentación, acompañado de una broma que fue aplaudida por los presentes, abrió un espacio para preguntas y aclaración de dudas.

El licenciado López, Director Ejecutivo de Planes y Programas Rimbombantes tomó la inciativa. -A mi me gustaría saber cómo nos va a afectar financieramente a las diferentes Unidades Responsables el movimiento de recursos que vamos a efectuar para el logro de estas metas que usted acaba de exponer, licenciada-.

Tamara sintió un cosquilleo ligero en todo el cuerpo. El tema financiero era su especialidad y sintió que todos los funcionarios presentes estaban momentáneamente en sus manos, llenos de incertidumbre. Comenzó a sentirse sexy. Su boca estaba más hidratada que nunca y lista para distribuir palabras a placer. Mordisqueó ligeramente sus labios y comenzó la explicación.

-Su pregunta es completamente relevante, licenciado- dijo en un tono mucho más dulce y sensual. -Le explico y a los demás les pido que tomen nota también- sonrió ligeramente sin perder esta vocación dirigente que acababa de descubrir. -Los recursos los vamos a concentrar en la DGAI. Son recursos que vienen del Ramo 69- hizo una pausa de algunos segundos para sentir cómo la piel de su espalda se contraía lentamente. La humedad de su boca comenzó a manifestarse aleatoriamente en su cuerpo.

-La disminución presupuestaria se hará con cargo al capítulo doble..emmm al capítulo dos- sintió una nueva contracción de la piel a ambos lados del esternón. Luego un endurecimiento a izquierda y derecha que le provocaba un leve dolor y una cosquilla que se extendía hasta sus rodillas. Era como un pellizco constante pero ligero. Pasó saliva con un poco de trabajo.

Sudaba ya, ligeramente. Todos los presentes, enfundados en sus trajes la seguían atentos, como hipnotizados. Hubieran sido capaces de pararse en un pie y acomodarse la corbata en la frente si esta mujer se los hubiera pedido. Al pensarlo, Tamara iba sintiendo pequeños calambres en todo su cuerpo. No podía evitar disfrutar excesivamente esta dictadura transitoria que le había sido conferida en la sala de juntas.

Continuó con la explicación. -Recuerden que todas sus acciones deberán estar alineadas con la estructura programática ya concertada en el Programa Operativo-. Tuvo que dejar de hablar y apoyar su mano en la mesa. Las piernas le temblaban y su respiración estaba lista para competir en cien metros planos. Jamás había tenido sensaciones como éstas. Decidió llevar las cosas al límite.

-Finalmente, quiero comentarles que la afectación líquida de sus proyectos se hará sobre la partida 4000- ni bien terminó de decirlo, una prisa se le amotinó bajo la cintura. Sus rodillas intentaron tocarse sin éxito. Una lluvia muy al sur se le escapó hasta formar un océano en el suelo.

Emitió un pequeño gruñido, casi imperceptible. Una sensación cálida invadió su cabeza y sus oídos se llenaron de vacío. alcanzó a girar los ojos hacia arriba, donde se mantuvieron lo siguientes 83 segundos. Luego, volvió a sentir su cuerpo. Pasó saliva y volteó a ver a los presentes. Todos escribían obedientes las instrucciones que acababa de dar. Respiró tranquila.

Tamara invitó a la concurrencia a hacerle más preguntas pero no obtuvo respuesta. Seguían en trance. Agradeció su asistencia y se despidió de mano de cada uno. No podía borrar su sonrisa. Salió de la sala y se dirigió a su oficina. La cerró con llave y se acomodó en su silla. Cerró los ojos y comenzó a respirar tranquila. Tenía semanas sin poder conciliar el sueño como ahora.

La puerta del cielo

18 miércoles Nov 2009

Posted by Edgar Valdés in Arte, erotismo

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boticelli, desnudo, las tres gracias, rafael, rubens

Primavera - Alessandro-Botticelli (detalle)

Primavera - Alessandro Botticelli (detalle)

Las tres gracias - Rafael

Las tres gracias - Rafael

Las tres gracias - Rubens

Las tres gracias - Rubens (detalle)

heavens gate

Heavens Gate - Willow, Nicole & Kaye, para X-Art

Lecciones de cocina

29 martes Sep 2009

Posted by Edgar Sandoval Gutiérrez in erotismo, fotografia

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cocina

autor: desconocido

autor: desconocido

0 centímetros de distancia

2 dedos de intenciones

1 pizca de sinsentido

1 taza de humedad

harina y piel al gusto

Se mezclan todos los ingredientes a placer y se esparce la harina hasta adherirse a la piel. Se coloca sobre una superficie flexible y se coce lentamente a alta temperatura.

Esta mañana desperté con antojo de cocinar!!

Deseo coyuntural (edición beta)

04 viernes Sep 2009

Posted by Edgar Sandoval Gutiérrez in erotismo, fotografia, Literatura

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03

Amelia me está esperando en aquel café de la esquina. Desde antier nos vemos ahí para comer una rebanada de pastel de tres leches y luego irnos a un hotel.

Al llegar al lugar la encuentro sentada en una mesa junto a la barra. Bebe sensualmente una taza de capuchino mientras posa su mirada distraída hacia el suelo. Lleva puesta una falda a cuadros por encima de las rodillas (¡Adoro ese par de coyunturas que se asoman tímidamente detrás del mantel de la mesa!).

Me siento y ordeno un café y dos rebanadas de pastel. Ella y yo nos vemos fijamente, pero no cruzamos palabra alguna. Así lo hemos convenido desde el principio. Llega la orden y empezamos a comer, recorriendo nuestros cuerpos con la mirada.

Lleva la taza a su boca. Una gota se le escapa de los labios. Aterriza en su pierna y se resbala hasta la rodilla. Su dedo recorre el mismo camino en dirección contraria para rescatar esa humedad prófuga que ahora se introduce en su boca.

Seguimos el movimiento de quijada manteniendo fija la mirada en el otro. Rebanadas y brebajes están llegando al ocaso. Gira su silla liegramente hacia un costado y cruza la pierna. Su rodilla se ha flexionado aun más y se ve enorme y jugosa. Un cosquilleo recorre mi cuerpo y acelera mi respiración.

Pido la cuenta y me paro a pagar. Ella se levanta también y me espera. Caminamos aceleradamente hacia la habitación 315. Cierro la puerta y nos despojamos atropelladamente de la ropa. Mientras nos besamos dirigmos nuestros cuerpos hacia la cama. Sus rodillas rozan a las mías constantemente. Estoy demasiado excitado.

La siento al pie de la cama y empiezo a mordisquear sus rodillas. Mis dientes las recorren tímidamente primero y luego con total vocación. Me pierdo ahí por siglos y siento la excitación de Amelia llegando hasta mi boca. Levanto la cara y percibo que me observa de forma inquisidora. Pareciera estarme diciendo: ¡Carajo Manuel, a que hora me piensas coger!

Regreso a sus coyunturas y masajeo su parte posterior con las llemas de los dedos. Toda palabra que ella pensara decir se ha convertido ahora en ruido armonioso que se le escapa descontrolado por la boca.

Una vez vencida y tendida sobre la cama me aproximo a su cuerpo y le hago el amor. Al final de la batalla se recuesta en posición fetal, agotada. La abrazo por detrás mientras cobijo sus rodillas con mis manos. Suspiro profundo mientras la observo dormir. A veces me preocupa que esto sea una obsesión.

The Jaimie Alexander fantasies

18 lunes May 2009

Posted by Edgar Sandoval Gutiérrez in erotismo, Fantasies Project

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desnudo, fotomontaje, Jaimie Alexander, nude

Fotomontaje: Edgar Valdés

Fotomontaje: Edgar Valdés

Jaimie despertó agitada, envuelta en una maraña de sudor y jadeos. Acababa de tener un sueño rarísimo donde caminaba por un bosque desnuda y mojada. Las ramas la tocaban súbitamente y eso le erizaba la piel. Las caricias de las hojas le provocaban escalofríos. Una excitación creciente recorría su respiración. Sentía una necesidad enorme de que su cuerpo explotara en el territorio de otro cuerpo que la cobijara.

Veinte metros más adelante se encontró con un extraño que la observaba por completo. El hombre tragó saliva con dificultad y aproximó su mano al seno de la muchacha. Lo tocó lentamente. Jaimie mordisqueó sus labios, cerró los ojos y emitió un ligero sonido de viento. -Jessi, soy Kyle, ¿me recuerdas?- dijo el muchacho. Despertó agitada, respirando fuerte. Observó el celular que anunciaba una alerta: mañana audición para serie de televisión.

Esa lluvia que lo cubre todo

04 lunes May 2009

Posted by Edgar Sandoval Gutiérrez in erotismo, Literatura

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lluvia

Autor desconocido (para mi)

Autor desconocido (para mi)

Llueve, en magnitudes de diluvio. Las paredes se desangran y su tinta transparente se acumula en el suelo. Las lágrimas de nube se desgajan y caen vencidas.

Sopla el viento fuerte y golpea las ventanas, las estruja intentando abrazarlas y hacerlas polvo.

Truena, a borbotones. Los cantos de cielo brillan y rugen. Los edificios se estremecen y las estatuas caen enceguecidas. Quedan restos de lluvia por todos lados.

Nos recostamos, piel sobre piel, desnudos y mojados.

Y se hizo luz, se hizo silencio

01 viernes May 2009

Posted by Edgar Valdés in Arte, Citas, erotismo

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Almudena Grande, fotografia, Las edades de Lulú

 schoolgirl

Fotografías vía: schoolgirl complex

Yo me resistía. No me había dado tiempo a cambiarme, llevaba puesto el uniforme del colegio, y solamente el jersey era nuevo, de mi talla. Ya era la más alta de todas mis hermanas. La falda la había heredado de Isabel y me quedaba muy corta, un palmo por encima de la rodilla. La blusa era de Amelia, otra herencia, los botones amenazaban perpetuamente con estallar. Cuando comenzó el curso, mi madre se había mostrado menos dispuesta que nunca a gastar dinero; total, aquel era mi último año. Las medias estaban desgastadas, el elástico se había aojado y no podía dar dos pasos sin que se me enrollaran en el tobillo. Los zapatos eran espantosos, con una suela de goma de dos dedos de alto. Y todo, excepto la trenka verde, perteneciente en origen a uno de mis hermanos varones, de un espantoso color marrón.

Almudena Grande – Las edades de Lulú

schoolgirl

Le pregunté si le había hecho daño. Me contestó que sí, un poco. Me desabroché la trenka. La multitud daba calor. Desde atrás seguían empujando. El aire se volvió espeso, olía a gente. Pablo me cogió de las muñecas y me obligó a abrazarle. Tenía que sentir mi cuerpo contra el suyo, y mi aliento sobre la nuca. Yo estaba bien. Sentía que aquella situación me proporcionaba impunidad. No me atrevía a besarle, pero comencé a restregarme contra él. Lo hacía por mí, solamente, para tener algo que recordar de aquella noche, estaba segura de que él no se daba cuenta. Me movía muy despacio, pegándome y despegándome de él, clavando mis pechos en su espalda y mordiendo diminutas porciones de su jersey granate hasta que la aspereza de la lana me chirrió en los dientes.

Almudena Grande – Las edades de Lulú

Un vaso de leche no se le niega a nadie

01 miércoles Abr 2009

Posted by Edgar Valdés in Arte, erotismo

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Alena Nikiforova, erotismo, fotografia

milk

Alena Nikiforova revisita, para nuestro placer, uno de los clásicos del erotismo. Ver galería.

Alquimista & Errante

Edgar Sandoval Gutiérrez

Alquimista & Nihilista

Edgar Valdés

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